Un mundo mejor que viva en paz: ¿Una esperanza perdida? (Parte I)

Un mundo mejor que viva en paz: ¿Una esperanza perdida? (Parte I)

19 Diciembre 2012
El avance técnico de los medios de comunicación nos ha acercado el mundo, pero al mismo tiempo ellos nos muestran a diario miseria, destrucción, injusticia, desigualdad, guerras y revoluciones, matanzas y opresión por parte de gobiernos autoritarios y muchas cosas más.
Juan Lama Ortega >
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No cabe duda que Jesús no quería que su enseñanza fuera frutos de discusión, de elucubraciones y compendios teológicos ni de predicaciones evangelizadoras, sino que según lo informan los mismos evangelios, él dijo “«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: Mt 7, 24-27 

No se trata entonces tampoco sólo de creer para alcanzar la salvación, sino de poner en práctica la enseñanza en la vida diaria. Y esto es comprensible, porque de otra manera no sería posible cumplir la exhortación de Jesús cuando pidió que sus seguidores se esmeraran en ser perfectos, así como lo era –y lo es su Padre en los cielos.

Ya a estas alturas uno se puede preguntar si las instituciones religiosas que han acaparado la enseñanza del Nazareno cumplen por ejemplo, con las sencillas instrucciones que Jesús dio en su Sermón de la Montaña, para poner así en práctica su enseñanza. Es más, si recomiendan a sus fieles seguir tales enseñanzas  “¿Hay que tomar al pie de la letra las instrucciones del Sermón de la Montaña Mt. 5-7?”. La respuesta teológica es: “Las instrucciones del Sermón de la Montaña no hay que tomarlas al pie de la letra, puesto que tanto en la vida privada como en la pública conducirían a situaciones insostenibles”. ¿Se puede realmente pensar que la expresión básica del Sermón de la Montaña “Lo que quieres que otros te hagan a ti, hazlo primero tú a ellos” pudiese conducir a situaciones realmente insostenibles entre los fieles? 

La expresión “No matarás” es clara e inequívoca. No obstante, para las instituciones que se llaman cristianas el que por ejemplo un soldado esté al servicio de la patria le autoriza a matar al enemigo, es decir, a su prójimo, a quien Jesús dijo que había que amarle. La encíclica católica “gaudium et spes” en la pág. 414, en su edición en alemán, establece: “En tanto exista el peligro de guerra y en tanto no haya ninguna autoridad internacional responsable que esté provista de los medios correspondientes, y cuando se hayan agotado todas las posibilidades de un arreglo pacífico, no se puede negar a un gobierno el derecho a una defensa permitida por la moral”. Y más adelante se precisa más esta declaración diciendo: “Quien como soldado esté al servicio de la patria, que se considere como servidor de la seguridad y de la libertad de los pueblos. En tanto cumple correctamente esta tarea, contribuye verdaderamente al fortalecimiento de la paz”. Para todo cristiano que cumple fielmente las enseñanzas de Jesús esto tiene que ser un gran contrasentido, puesto que los resultados de tal tergiversación del Sermón de la Montaña han tenido resultados funestos en la historia de la humanidad. 

El avance técnico de los medios de comunicación nos ha acercado el mundo, pero al mismo tiempo ellos nos muestran a diario miseria, destrucción, injusticia, desigualdad, guerras y revoluciones, matanzas y opresión por parte de gobiernos autoritarios y muchas cosas más, lo que no va sólo en contra del ser humano sino también de los animales y de la naturaleza. Esto no sólo sucede en los países que dicen ser cristianos, ya que la globalización que se vive en la economía, en la cultura, en la política y en otros aspectos del mundo al parecer ha llevado también consigo una falta de ética y moral que se ha extendido así por todo el planeta.

Una prueba evidente de que los dogmas y las declaraciones papales del pasado y del presente son la base de una construcción humana artificial, que se ha tenido que implantar para poder subsistir, es que muy pocas veces se ha visto que la Iglesia se haya retractado de declaraciones anteriores, como es el caso de Galileo Galilei, que primero fue castigado por sus declaraciones contrarias a la opinión dogmática de la Iglesia y siglos después tuvo que ser rehabilitado por ella. Esto no se ha hecho con otros errores y aseveraciones del pasado, como con la declaración del Papa Bonifacio VIII (aprox. 1235 -1303) sobre sí mismo, que fue el que instituyó el poder absoluto del pontificado y que en su día manifestó que el pontífice romano es juez de todos los seres humanos, pero nunca juez de sí mismo, agregando “Declaramos, aseguramos, definimos y decimos que ser súbdito del pontífice romano es para todo ser humano indispensablemente necesario para salvarse. Lo que Cristo dijo ‘tú le has puesto todas las cosas bajo sus pies’, eso se ha cumplido evidentemente en mí. Yo poseo la autoridad del rey de reyes. Soy todo en todo y estoy sobre todo, de modo que Dios mismo y yo, el vicario de Dios, concordamos plenamente. Y yo soy capaz de hacer casi todo lo que Dios puede hacer. ¿Qué soy otro sino Dios mismo?”.

El papado posterior no ha corregido esta declaración, que bien podría ser considerada un sacrilegio, dado que Jesús dijo que su Padre en el cielo era más grande que él y le alabó siempre como ser único y supremo. Esto es comprensible si se considera el hecho de que si la curia romana lo hiciera, atentaría con ello contra el principio de la infalibilidad papal, declarada en 1870 por la institución católica, y que se hizo valer con efecto retroactivo. Estos han sido sólo algunos ejemplos que pueden ayudar a dilucidar la pregunta inicial de si las instituciones que dicen ser cristianas se atienen a los principios y a las enseñanzas que impartió su fundador, Jesucristo.

Continuará…

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