Roles de género: ¿Sabes qué son los micromachismos?

14 Agosto 2020

La violencia de género no se evidencia solamente mediante la acción física o sexual, sino que está presente en nuestro cotidiano sin que necesariamente seamos conscientes de ello.

Sebastián E. Tapia >
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En temáticas como inserción laboral, distribución de sueldos o costos de planes de salud por citar algunos, podemos ver que la violencia de género existe y está presente en nuestro día a día. En el contexto social que vivimos a nadie ha dejado indiferente los últimos acontecimientos conocidos por la ciudadanía donde nuevamente se constata que las vulneraciones sufridas por las mujeres (niñas, jóvenes y adultas) son más habituales y recurrentes de lo que la población quisiera y reconoce, de lo que las cifras oficiales nos pueden señalar.

No necesariamente la violencia de género se evidencia en el abuso sexual, la violación o la violencia física, no son los únicos métodos de violencia de género que existen. Hoy más que antes es habitual conocer relatos de mujeres que han vivido experiencias de vulneración y abuso a lo largo de su vida, en todas las edades, desde exhibicionismo en medios de transporte o en la calle, los mal llamados “piropos” de connotación sexual, miradas lascivas, tocaciones de partes íntimas, entre muchos otros. Me atrevo a señalar que no hay mujer que no haya sufrido algún tipo de vulneración en esta índole a lo largo de su vida. ¿No me cree? Consúltele a su pareja, amiga, madre, hija y constátelo usted mismo.

Las causas de estos fenómenos son múltiples, desde económicas, sociales y culturales. El que estos temas sean socializados, visibilizados por los medios de comunicación, por las comunidades educativas, que se hablen dentro de los grupos familiares, indudablemente contribuyen al cambio generacional y a la concepción que se tiene del fenómeno de violencia de género, promoviendo ese cambio que tanto pide la ciudadanía.

Es por ello que si queremos erradicar cualquier atisbo de violencia de género, tenemos que empezar por analizarnos nosotros mismos y comprender que el cambio nace desde uno. Como ya dije, la violencia de género no se evidencia solamente mediante la acción física o sexual, sino que está presente en nuestro cotidiano sin que necesariamente seamos conscientes de ello. Culturalmente se han normalizado comportamientos y funcionamientos sociales que de ser analizados (incluso sin tanta profundidad), sería posible reconocer lo aberrante que pueden llegar a ser.

El Psicólogo Luis Bonino Méndez propuso el concepto controvertido de “Micromachismos”, también planteado como “neomachismo” por otros autores, que da cuenta de prácticas legitimadas por el entorno, sutiles y muchas veces imperceptibles que perpetúan roles de género, promueven dominación y violencia de género hacia las mujeres. Es un concepto controvertido porque distintas posturas plantean que es una forma de encubrir y restar importancia al machismo propiamente tal, de relativizarlo. Independiente de ello, por lo general no son hechos denunciados en la cotidianidad porque para muchos son imperceptibles. En la medida que los hacemos conscientes podemos extinguir estas conductas y educar a las nuevas generaciones y nuestro entorno para la erradicación de ellas. ¿Se le ocurre alguno? A continuación, referiré algunos de los más típicos:

- “Los hombres ayudan en la casa”: ¿Les ha pasado escuchar que hay hombres que se jactan de ayudar a planchar, hacer las camas o aseo en el hogar? ¿O mujeres felices porque sus maridos o parejas colaboran en el quehacer diario? Implícitamente se entiende que el cuidado del hogar es responsabilidad de la mujer, cuando debería ser una tarea compartida. Lo mismo en el cuidado de los hijos, donde los padres “ayudan” en la crianza pero entendiéndose que la responsabilidad es de la madre.

- Los niños realizan actividades o juegos deportivas o de ciencias, mientras que las niñas juegan con muñecas o a la cocina. Lo mismo con los colores, atribuyéndose que el rosado es exclusivo de mujeres y el azul de hombres.

- Hacer creer o dar a entender a la mujer que está loca, que es temperamental, invalidando sus posturas o planteamientos. También conocido como Gaslighting (cuando una persona manipula a otra haciéndola dudar de su criterio).

- La mujer debe ser femenina, por lo que debe perpetuar en su conducta la femineidad deseada y tan atractiva para el sexo masculino. Se vende una imagen de mujer que no necesariamente calza con las necesidades reales de ellas, desde el depilado constante, el maquillaje o la vestimenta escotada, uso de faldas o tacones, entre otros.

- Una mujer no puede tener amigos: Entendiendo que esto puede molestar a su pareja o que promueve en los hombres una incitación a cruzar esa barrera.

- Si hay un accidente automovilístico o presenciamos una mala maniobra de algún conductor, pensar peyorativamente que la responsable es una mujer.

- En una entrevista laboral preguntar a una mujer sobre los planes de tener hijos, lo cual influya en que tenga menos posibilidades de ser contratada por estar en edad fértil y ser “un riesgo para la empresa”.

- Cuestionar la sabiduría o el conocimiento de una mujer, intentando mostrar superioridad en el tema. También conocido como Mansplaining (cuando un hombre le explica algo a una mujer de manera condescendiente).

- La falta de lenguaje inclusivo que invisibiliza a las mujeres y las relega a segundo lugar.

- Peyorativamente atribuir las cualidades femeninas como negativas: “Lloras como niña”, “corres como niña”, “te gustas cosas de niña”.

Pido disculpas por lo caricaturesco que pueden parecer mucho de los ejemplos entregados. Lamentablemente tienden a ser más frecuentes de lo que se piensa, amparados en la tradición e influencias de instituciones sobre cómo debe ser la sociedad, la familia o el comportamiento de las personas. A fin de cuentas, frases de colectivos feministas como “el machismo mata” o “el patriarcado es un juez”, exageradas para algunos, cobran mayor sentido en la medida que entendemos que los micromachismos y la violencia de género están presentes de forma diaria en la mayoría de las personas (en mayor o menor medida), limitando la igualdad de género tan anhelada.

Después de leer esto, usted como hombre o mujer haga el análisis dentro de su funcionamiento personal y dentro de su contexto familiar o laboral/escolar e intente identificar las conductas que perpetúan la diferencia de género. Cuestione lo que cree saber, el “cómo deben ser las cosas” y la “normalidad”. El poder del cambio se encuentra en el nivel de conciencia que tengamos de las cosas.