Chile, un muchacho normal

Chile, un muchacho normal

19 Junio 2020

Es importante para nosotros lo que opinen los demás. La perversión por acá va bien peinada y perfumada, se lleva con el pecho henchido de orgullo: nos han dicho que somos los jaguares del raspado de olla internacional. 

Diego Aravena >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

Vivo en un país llamado Chile, en el sur, un lugar en el que si pasa algo malo se tapa con harto humo. Acá se llora a George Floyd pero no alcanzan las lágrimas para Alejandro Treuquil. Por acá te pueden matar de un balazo por la espalda por reclamar lo que fue tuyo, pero nadie se hará responsable. Lo más seguro es que se relativice con las nutridas prácticas del encubrimiento. Porque si de algo se sabe en mi país, es echarle humo al problema. Se sabe chamullar, que es lo mismo que decir que se sabe mentir.

Es importante para nosotros lo que opinen los demás. La perversión por acá va bien peinada y perfumada, se lleva con el pecho henchido de orgullo: nos han dicho que somos los jaguares del raspado de olla internacional. ¿Hay algún problema en el mundo? Chile amablemente puede servir de experimento, estrujarlo hasta sus máximas consecuencias. ¿Alguien inventa un sistema económico ruin hasta la perfidia, pero lleno de paraísos monetarios para los avivados? Probemos en Chile, ahí nadie se va a quejar. Isapres, neoliberalismo… póngale.

Vivo en un país que esconde sus problemas. Un país pequeño, aspiracional, melancólico, solidario, pelador. Un país temeroso. Violencia, discriminación, desigualdad, corrupción, elija usted el tema y observe la cortina de humo alrededor. Aquí se sabe lustrar botas, ha sido la enseñanza de nuestra contingencia sociopolítica el último medio siglo. Aquí se aprendió por miedo, la letra entró con sangre y la única queja será la rutina del iluminado humorista en el Festival de Viña. Nos reímos en público lo que lloramos en privado.

En Chile te endeudas. Aquí nadie es dueño de sí mismo, estamos vendidos y seccionados, somos un dato más en la planilla de análisis de una empresa gigante que suda sangre. Pagamos la única estrella de nuestra bandera al país que tiene las cincuenta, en cómodas cuotas eternas. En Chile se falla. Luego reconstruimos copiando al que creemos que lo hace mejor. Falta confianza en nosotros mismos. Por eso frases como “made in Chile” son sinónimo de mediocridad. El recuerdo del correazo está todavía atormentándonos los sueños. Nuestro colchón de costumbre es seguridad. Nuestro colchón de memoria es latigazo. Porque ya sabes, si no entra por la razón, será por la fuerza.