Apropiación cultural: La trivialización de los pueblos originarios

Apropiación cultural: La trivialización de los pueblos originarios

10 Septiembre 2020

A propósito de los emprendedores que crearon una marca de ropa con los atributos ancestrales de la cosmogonía Selknam y del “gallito” entre los presos políticos mapuches y La Moneda.

Ricardo Monroy >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

La contingencia dejó al descubierto claves importantes relativas al conflicto mapuche, desde sincerar este tema, llamando invasión y despojo a lo que la historiografía ha escrito durante tiempo así, hasta emplazar la estrategia gubernamental asistencial que ha primado durante años.

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Con los insumos ya puestos, es claro avanzar en el nuevo trato hacia los pueblos originarios, dejando atrás la mirada economicista-militar (establecer esta relación no es antojadizo, ya que la ocupación policial armada en la Araucanía es para los “pocos” de siempre), que harto mal ha causado. El nuevo camino a allanar tiene que garantizar una educación y salud intercultural, sin que la modernidad, en su voraz avance, absorba este principio.

También, reconocer en los pueblos originarios una cultura, una historia, una lengua, y por sobre todo, la voluntad de desarrollar una comunidad de destino, es decir, una Nación. Políticamente aquello se traduce en una participación en las instituciones del Estado, ya que quienes se sientan identificados con dichos principios no merecen discriminación del aparato público.

He aquí un punto para establecer el versus entre Privilegio y Discriminación. Estamos mucho más acostumbrados a hablar de discriminación (racismo, clasismo, machismo, heterocentrismo), que de su contraparte, el privilegio. Hay quienes incluso asumen que la discriminación se mide contra un “normal”. Es decir, que toda la población de una sociedad es tratada de una manera y existen algunos “desaventajados” que son discriminados. Pero lo cierto es que si aceptamos que algunos crecen con desventajas, no es posible obviar que otros crecen con ventaja. Sobre todo cuando esa supuesta normalidad es compartida por un ínfimo porcentaje de la población.

Ahora, cabe señalar una salvedad en torno a la afrenta puesta anteriormente: es sabido que el chileno reconoce en el pueblo mapuche a una nación, sin embargo, aquello no se traduce en un reconocimiento legal. A modo de ejemplo, el Reconocimiento Constitucional de los Pueblos Indígenas está en todos los programas, pero a la hora de entrar en detalles sobre qué tipo de reconocimiento, las candidaturas no son tan explícitas. Al respecto, las principales organizaciones de los Pueblos Indígenas se han mostrado en general escépticas, al no haber signos de parte de la clase política de dar lugar a sus justas demandas.

En palabras de José Bengoa, una de las voces más autorizadas sobre el mundo mapuche, el mapuche sí sabe, históricamente de diplomacia y negociación política. Un grado de profundidad que es menester alcanzar tiene que ver con cómo trata la historia chilena a la mapuche. Jorge Pinto, Premio Nacional de Historia, tiene un punto. Él, antes que cualquier producción intelectual sobre el pueblo mapuche, se ubica como “historiador del mundo fronterizo”. Esto lo explica señalando que como no mapuche proviene de una cultura que opera con valores y códigos distintos, que a veces dificulta la comprensión de algunos fenómenos. Complica también que historiadores no mapuche colonicen la historia mapuche, trasladando hacia ésta metodologías y paradigmas interpretativos propios de la historia occidental.

Consumado distintos puntos sobre cómo ha sido la relación entre pueblo originario y no-originario, es que es preciso decantar todo en cómo una sociedad civil fuerte y una democracia activa requieren transparentar al público sus formas de gestión, sus recursos y sus vínculos con los distintos actores de la sociedad. Es sin duda un avance y un desafío proponer, como se ha hecho aquí, que la sociedad no solo debiese quedarse en el reconocimiento a sus orígenes, sino incluirlos y ofrecer transparencia en el trato. Resaltando aquello es que, una vez más, José Bengoa dilucida que tal como la sociedad y la cultura mapuche, así como se adaptó y logró meterse y dialogar con la sociedad española colonial, tiene una capacidad enorme de filtrarse en la modernidad y apropiarse de muchos de estos elementos y seguir siendo muy mapuches en la modernidad.

De esos hechos básicos nace el derecho y dignidad de todos y todas, sin excepción, ni diferencia alguna, a vivir dignamente y en armonía. Todos los continentes fueron uno solo hace miles de años atrás, cuando el “pangea” o gran continente único comenzó a desmembrarse, repartirse y colisionarse. También hoy el Sur del mundo se incrusta, a veces sin consulta ni permiso, en el Norte. Encontramos trozos de Tijuana, Lima o Santiago en Nueva York; y de Argelia, Nigeria y El Salvador en el corazón mismo de la Unión Europea, por ejemplo.

Casi como una ironía inconsciente por parte de la propia historia que hacemos, masas de excolonizados “re-colonizan” las antiguas metrópolis. Millones de despojados rebuscan por la geografía desigual del presente su parte, persiguiendo la nueva quimera del oro del consumo, quieren conducir los lujosos autos que en sus calles sólo podían cuidar, lavar o intentar robar.

No es la tierra esta vez la que se mueve, somos nosotros.