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Cartas a un extraño: Gris

21 Abril 2021
Hace poco leí la frase de: “no somos consecuencias de las circunstancias, sino de nuestras decisiones”, haciéndome reflexionar que tomar una decisión no es lo difícil, lo difícil es asumir las consecuencias de dicha acción.
Carlos Castillo Díaz >
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Las despedidas son un sentir extraño. Si las tuviese que transformar en un color, sería justo la combinación de tonos que, si bien conoces, no sabes como llamar a la mezcla de ambos.

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Pensaba que, si la vida tuviese un manual, todo sería más simple. Sabríamos con exactitud cómo enfrentar ciertos hechos y situaciones que escapan de nuestras manos. Pero a pesar de tener los patrones de lo que nos llevarían a una respuesta, mi teoría cae con el “factor humano”. Somos tan variados, tan distintos, e incluso si sumamos el libre albedrío, todo se vuelve simplemente caótico.

Hace poco leí la frase: “no somos consecuencias de las circunstancias, sino de nuestras decisiones”, haciéndome reflexionar que tomar una decisión no es lo difícil, lo difícil es asumir las consecuencias de dicha acción.

¿Se imaginan un mundo sin consecuencias? No sé si sería la mayor de las felicidades o la peor de las tragedias.

Al fallecer mi abuelita, no pude despedirme, no pude contarle cómo sería mi vida, ni menos devolverle esos abrazos apretados que ella daba. Ya lo había vivido en el pasado, con la muerte de un amigo, donde la “deuda emocional” me trajo más de una crisis existencial. Dos veces vivía lo mismo ¿Por qué? ¿Por qué la vida me mostraba la misma situación? ¿Qué me faltaba por entender? El famoso manual de “cómo debes actuar” me hubiese ayudado para una respuesta, para guiarme al menos y  así saber cómo enfrentar este hecho, lamentablemente, no existe.

En el funeral, el señor a cargo de llevar el féretro, nos dijo si queríamos dedicar unas palabras porque sería la última vez que la veríamos. Así que decidí hacerlo, no quería quedarme con nada, quería saldar esa deuda, necesitaba expresar mi pena. No lo hice para nada bien, no tenía las palabras correctas y terminé hablándole a ella que no se preocupara, que estaríamos bien, así que decidí quedarme con su legado, la abracé por última vez tan apretado como pude, como lo hacía ella cada vez que se despedía de mí.

Hay hechos que no se vuelven a repetir, como otros sí, haciéndome entender que, si existiera ese manual, sería como los colores, se combinarían, formarían otros, de uno solo habría distintas tonalidades y posiblemente cada persona no solo se quedaría con uno, si no con varios. Crearía otras mezclas y los llamaría según lo dictase su experiencia.

Las despedidas son raras, algunas son oscuras, manchadas por la tragedia e incluso otras que rebosan en alegría y liberación, algunas tienen un tono verde vida, mientras que otras son teñidas por un atardecer nostálgico, mientras que mi despedida tuvo un tono gris, pero no de esos tristes, por el contrario, uno que me trajo paz y que solo me recuerda, que era el color que a ti gustaba.

Dedicado en memoria de Mercedes Contreras, mi Weli.

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