Las decisiones en política transitan por las redes sociales y no siempre tienen correlato en las estructuras, menos en la base. Con todo lo que se sabe respecto de las AFP y del manejo de miles de millones de dólares, los únicos que han perdido dinero hemos sido los trabajadores; el discurso político y la acción desaparecieron, la omisión y ambigüedad otorgan, dan cuenta del fracaso.

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Francis Fukuyama, generó en los noventa una amplia discusión respecto del liberalismo económico. El intelectual reconoce ahora el fracaso capitalista en dos dimensiones: el neoliberalismo, centrado en la omnipresencia del mercado y el desmedido individualismo.

En este contexto, el sistema político sin legitimidad y con descredito, no da señales de asumir la realidad y disponer su inteligencia al servicio de un sistema diseñado para servir a los ciudadanos(as), en un marco de respeto e igualdad ante la ley. La crisis política, valorada por su irrelevancia, es evidente.

El ejercicio profesional de un médico, tiene que ver con sus habilidades, asertividad, de la relación de respeto que establece con los pacientes; un profesor que aspira a ser competente, debe cultivar una relación virtuosa con los estudiantes y promover en ellos aprendizajes. En ambos casos, son terceros quienes califican su trabajo y es la sociedad quien le asigna un valor. La profesionalización de la política, creen ellos, está determinada por las rentas y privilegios; la inamovilidad, como atributo de sapiencia y compromiso, los hace verse como paladines de la deliberación.

Cuando los partidos eran organizaciones robustas, creíbles y sus dirigentes tenían liderazgo, esa era la instancia de reclutamiento, formación y trabajo político. Ahora, debilitados y vaciados, son los parlamentarios quienes atomizaron la estructura, para ejercer el poder, administrar sin contrapeso las parcelas y por ende, la mediocridad; los sepultureros de lo que sería una democracia participativa y representativa.

La opción apruebo en el plebiscito, fuera del carril de la política; la baja participación en las primarias, un claro indicador de descrédito, en casos, desprecio y desvalorización de la política. Los candidatos no concitaron interés, no se veía en las propuestas renovación alguna, salvo Valparaíso como excepción.

En las elecciones de 2017, en la región de Aysén votaron 38.000 personas, que representan el 42% del padrón electoral. En las recientes primarias para Gobernador Regional, votaron 8.570.

El peso relativo de los ganadores se infiere marginal; los caballos de los comisarios no rindieron y eso es una buena noticia. En la región Metropolitana participó el 3% del padrón; para el más votado, Claudio Orrego, 44 mil votos de 5,39 millones de electores.

Del plebiscito, está por verse su impacto, el que dependerá del proceso constituyente. Las primarias, ociosa puesta en escena, sin trascendencia, una autentica pérdida de tiempo.

La decadencia está a la vista. El problema para nosotros es que la legitimidad no les importa, sólo el poder, perdieron el sentido de comunidad y sin ideario, responden sólo a intereses no declarados.

La alegría y orgullo, pudor y vergüenza declarados por Raúl Zurita al recibir un premio literario en España, es la que deberíamos sentir respecto de asumir (SIC) “que es demasiado todo lo que no hemos hecho, todo lo que no estamos alcanzando a hacer, todo lo que debimos entregar y que tal vez ya no entreguemos.

La humildad del poeta contrasta con la banalidad y arrogancia de los políticos; festejan una farsa, la que según Marx en su reflexión histórica, es consecuencia de una tragedia.

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