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80/20 Viva Chile

26 Octubre 2020

Entre derechas e izquierdas existen profundas diferencias sobre los caminos a seguir, luego del 25 de octubre no desaparecerán, pero se ha concordado que serán dirimidas apelando a la soberanía del pueblo.

José Sanfuentes >
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De cada 100 personas, 80 votaron por un nuevo Chile, 20 votaron por mantener el statu quo. Ante las preguntas de si cambiar o mantener la Constitución y de si hacerlo con gente nueva o con los actuales parlamentarios, el resultado fue arrollador, el país no quiere más pasado, giró con entusiasmo hacia el futuro. Además, fue la votación con más participación en la historia nacional.

Un primer asunto a destacar es que se optó por la paz, pero no la de los cementerios, sino la de una paz comprometida. Entre derechas e izquierdas existen profundas diferencias sobre los caminos a seguir, luego del 25 de octubre no desaparecerán, pero se ha concordado que serán dirimidas apelando a la soberanía del pueblo. Eso ya es un cambio radical respecto de la llamada la “política de los acuerdos forzosos”, imperante hasta hoy, dados los amarres heredados de la Constitución de la dictadura.

El 20% derrotado, al igual que los del 88’, intentarán presionar a la oposición para establecer sus propias “leyes de amarre”. Una de esas es la supuesta reforma a las AFP. El Gobierno y la derecha iniciaron desde la noche de la derrota una ofensiva para consolidar el sistema “Ponzi”, de ahorro forzado. Dicen que es urgente mejorar las pensiones ahora y no esperar la Constituyente ni un nuevo Gobierno… ¿de dónde les vino tanto apuro luego de 40 años de abusos? La pregunta es si la Concertación, hoy Unidad Constituyente, pisará el palito o se mantendrá con dignidad en su postura de “ni un peso más a las AFP”.

Cada Constitución es hija de su tiempo. Encarna las transformaciones que el nuevo ciclo vital de la sociedad reclama y que el pueblo está dispuesto a conquistar. La nueva carta fundamental tendrá el sello de los nuevos tiempos, será la Constitución del Bien Común.

La Constitución del bien común deberá garantizar inequívocamente la soberanía del pueblo: leyes, gobernanza e instituciones sin más amarras que las que sean determinadas por nuevas reglas del juego imbuidas de genuino espíritu democrático. Además de reafirmar las plenas libertades civiles, de información y de expresión, de asociación y de emprendimiento, de respeto pleno a los derechos humanos; deberá ser implacable con la corrupción, que es la principal modernización que hoy requiere el Estado.

El segundo asunto cardinal a resolver es la cuestión social. El horizonte del país no puede ser otro que una sociedad amable e inclusiva, “razonablemente acomodada”, lo que significa reconfigurar la seguridad social sin intromisión de mercaderes, con un mejoramiento sustancial de las pensiones, de la salud y de la calidad de la educación, hasta constituir un fuerte Estado de Bienestar que asegure prosperidad universal básica; además de reconfigurar la relación –hoy extremadamente inequitativa- entre los intereses del capital y los derechos del mundo del trabajo.

En tercer lugar, la nueva Constitución debiera dejar abierto un espacio para empezar a hacernos cargo de los grandes cambios epocales que atraviesa la humanidad, ya presentes en Chile. La revolución tecnológica, de la bio y nano tecnologías y de la información; la globalización y su contrapartida de reposicionamiento de la identidad de pueblos originarios; la nueva presencia de las mujeres y las disidencias, son fenómenos que están reconfigurando el modo humano del vivir como no ha ocurrido en sus siglos de existencia sobre la tierra; la crisis climática que obliga a inmediatas políticas correctivas.

Un cuarto asunto insoslayable de abordar en la nueva Constitución es la cuestión económica. Urge dar por superada la experiencia extrema del neoliberalismo “chilensis”. La principal asignatura pendiente es la modernización de sus bases sistémicas de la economía, higienizando un mercado que se proteja de los abusos oligopólicos y dinásticos, revitalizando y democratizando el espíritu emprendedor y que, con un impulso público-privado, se oriente a la modernización radical de la matriz productiva, acorde con la emergente sociedad del conocimiento, de las nuevas tecnologías y del respeto al medio ambiente.

La unidad de la actual oposición es indispensable para poner fin al mal Gobierno de Piñera, pero también es imprescindible que sea para realizar las transformaciones que los tiempos reclaman.

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