En Chile contamos con los políticos, aquellos escasos especímenes que saben lo que hacen, que saben hacer bien las cosas, conocen bastante bien todos los recursos discursivos para decir lo políticamente correcto. Hablando de candidatos presidenciales, aquí podemos encontrar a Michelle Bachelet y Andrés Allamand, los únicos, en mi opinión personal, que saben de lo que hablan.

La candidata del PPD-PS-MAS, sabe de lo que habla porque ya tuvo la experiencia de cuatro años gobernar este país, se dio cuenta que no puede dejar a todos los chilenos contentos, pero nadie llega a La Moneda a dejar a los chilenos contentos, para eso elegiríamos comediantes, se llega a la presidencia para salvaguardar los intereses de la mayoría de los connacionales. Ante esto, la única candidata que ya posee trayectoria y sabiduría en el tema es Michelle Bachelet.

Tenemos también al candidato de Renovación Nacional, quien, a pesar de solo haber llegado al Ejecutivo como Ministro de Defensa, no podemos decir que cuenta con la trayectoria, pero al menos cuenta con experiencia y la preparación y seriedad de un político que, sabiendo lo que hace y lo que dice, ha sabido además esperar su momento, momento que la UDI pretende levantarle con un candidato politiquero.

Un escalafón más abajo se encuentra los politiqueros, aquellos, con bastante poca seriedad entran en la carrera política por un “golpe de suerte” o por movilizaciones circunstanciales de ciertos fenómenos sociales que podrían considerarse hasta pasajeros. Aquí podemos catalogar a Laurence Golborne y Tomás Jocelyn-Holt.

El candidato independiente de la UDI supo ocupar bien sus destrezas teatrales en el show de los 33 mineros y colgarse de este evento circunstancial, para luego instalar en su rostro una sonrisa incesante, casi al estilo Lavín 99, con la diferencia que aquella sonrisa era al menos creíble en ese año, que no sabe lo que hace ni sabe lo que dice, ya que cada vez que habla se autodestruye, al igual que su correligionario Lavín, cada vez que dice algo demuestra su capacidad de superación. En definitiva, la mejor cara del bacheletismo-aliancista.

Por su parte, el candidato del Movilh, Tomás Jocelyn-Holt, un ex diputado DC, venido a menos por el tiempo y las decisiones de su ex colectividad buscó la circunstancia, esta no llegó de la nada como el caso anterior. Buscó el moldeamiento de un fenómeno social que cada vez marca más adhesión: “la diversidad sexual” pero que de todos modos, es politiquería basarse solo en un sector y no pensar en un concepto “país”.

Finalmente tenemos la demagogia. Aquí podemos posicionar a los últimos dos candidatos presidenciales: Marco-Enríquez Ominami y Franco Parisi. El abanderado del PRO, que en su momento marcó 20% solo por la negativa de ciertos adherentes de la concertación de votar por Frei, ahora se enfrenta a una candidata de verdad. Pero más allá de pronosticar una disminución considerable de sus votos, al catalogarlo de demagogo lo que me refiero es que su propuesta es políticamente poco viable. Para lograr sus promesas necesitan un Congreso que lo apoye y, mientras exista sistema binominal, sabemos que la Derecha y la Concertación serán los únicos que dominan el Parlamento.

Mismo argumento para el economista independiente, con aeropuertos para mapuches, la eliminación del impuesto específico a los combustibles y otros proyectos que requieren votos de congresistas, no los tendrá si los dos conglomerados tradicionales seguirán dominando el poder legislativo. Además, los chilenos se dan cuenta que sus propuestas son utópicas, exageradamente caritativas para con los sectores más vulnerables, que en definitiva se traducen solamente en propuestas que la gente quiere escuchar y no realmente lo que se puede concretar en un período presidencial.

Es turno de las personas evaluar que es lo que quieren para Chile, ¿política, politiquería o demagogia?

PD: espero no se molesten Claudio Orrego, Andrés Velasco y José Antonio Gómez, pero realmente no tienen opciones de llegar a hacer campaña post 30 de junio.