La depresión como modo de vida

La depresión como modo de vida

04 Mayo 2006
Parece que no hay dirigente significativo que se respete, que no esté instalando una o dos fundaciones. Éste es un síntoma que se repite: la energía de la derecha se disgrega en esfuerzos aislados.
Victor Maldonado >
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De la derecha se pueden decir dos cosas: que en las últimas campañas ha logrado converger, al final, en el apoyo a un candidato presidencial; y, también, que en las etapas intermedias recupera su fuerte tendencia a la disgregación.
En este sector no encuentran razones suficientes para mantener la unidad básica que les permitiría ser reconocidos como un auténtico conglomerado, más que los inevitables acuerdos electorales.
Esta secuencia recurrente de períodos breves de convergencia y largos períodos de divergencia no corresponde a la implementación de una estrategia planificada. No es algo buscado, sino padecido.
La derecha no parece un sector que controle su rumbo ni que decida a dónde va. Por eso, sus dirigentes no hacen ningún misterio en la admiración que les produce la experiencia tan diferente de la Concertación. Expresan algo bien parecido a la envidia.
Pero no está claro que esta reiterada experiencia haya servido de escarmiento. En realidad, subsiste la pésima costumbre de cultivar la frustración.
Al más mínimo avance o buen inicio de conversaciones entre los partidos de la Alianza, sus dirigentes se declaran de inmediato en un consolidado proceso de integración; ni cortos ni perezosos sentencian a la Concertación en un avanzado proceso de deterioro (que la llevaría a su inevitable destrucción); y se describen detalladamente los pasos que los llevarán de triunfo en triunfo.
Es como si esperaran que las declaraciones suplieran los procesos efectivos. Pero la realidad insiste en no transformarse como por arte de magia sólo porque se pronuncian las palabras adecuadas. Sobre todo, porque las conductas de las organizaciones políticas de derecha no han cambiado en la dirección requerida.
Piénsese, únicamente, en el ejemplo que, ahora mismo, dan sus líderes. Parece que no hay dirigente significativo que se respete que no esté instalando una o dos fundaciones.
Éste es un síntoma que se repite: la energía de la derecha se disgrega en esfuerzos aislados, mientras oficialmente se insiste en estar concentrados en procesos de integración de lo más exitosos. Que los verdaderos centros aglutinadores sean líderes individualmente considerados, demuestra que la derecha es una denominación común para una realidad de fragmentos.
El hecho que estos centros anuncien que se dedicarán al seguimiento de temas de fondo, señala que la senda para cualquier presentación seria está encaminada a un plazo, a lo menos, mediano. ¿No se nos dijo en la campaña que estaban en una etapa mucho más avanzada?
Un sector bipolar
Pero la derecha no puede ser juzgada rápidamente sólo porque tiene malos momentos, porque éstos duran mucho y porque le encante las peleas intestinas. Más de alguno, viendo el desolado panorama actual podría pensar en obviar a este tenue conglomerado como factor gravitante, y eso sería una grave falta de perspectiva.
Cierto que sus días negros son los más numerosos y que, cuando entra en un estado colectivo de depresión, a la derecha se le pierde la puerta de salida por una temporada larga.
Sin embargo, la oposición es bipolar. Puede pasar de la depresión a la euforia en tiempo record.
Para un observador externo nunca deja de sorprender. Mirado desde fuera, no hay motivos ni para lo uno ni lo otro. En la depresión, la derecha se olvida de sus fortalezas (lo que no significa que los demás la sigamos en su amnesia); en la euforia, de sus debilidades (lo que no implica que los demás tengamos que sacarla de su error).
En cualquiera de estas dos circunstancias, el estado de ánimo entre los partidos no es una buena guía para saber cómo tratarlos. Son distintos a cómo se sienten.
Lo que tampoco se debe hacer es pensar que la derecha se quedará pegada, de forma estable, en una de las fases de su conocido ciclo anímico. Lo sensato es esperar, precisamente, lo contrario. Siempre hay que aguardar que empiece el camino hacia el otro extremo.
Tampoco se saca nada con actuar frente a ella “en promedio”, porque la derecha nunca está en equilibrio sino por casualidad, camino a una de las dos puntas.
Preparándose para lo mejor del otro
Lo único sensato para la Concertación es prepararse a enfrentar a la derecha tal como si está estuviera próxima a alcanzar su mejor desempeño. Tal como si pudiera llegar al tope de sus potencialidades.
Es la única actitud sana que se puede adoptar. Si el resto se acostumbra a ver a la derecha cerca del suelo, empezará a practicar una actividad política cada vez de menor calidad. No podemos entrar en una competencia por mayores niveles de mediocridad.
Esto es importante recordarlo. De momento el Gobierno se pasea por el escenario político casi en solitario. Pero no durará. En pocas semanas culminarán los procesos eleccionarios de los principales partidos oficialistas y de oposición. Es como si se hubiera programado un casi sincronizado y súbito despertar.
Al mismo tiempo, se tiene ya cerca el momento más significativo para el Ejecutivo: la cuenta del 21 de mayo, con ello el inicio de una etapa quedará patente para todos.
Al momento, está claro que la derecha no ha conseguido ser una minoría que contrapese. Es necesario asegurar que exista una mayoría que logra dar gobernabilidad al país. La relación entre bancadas parlamentarias de la Concertación y Gobierno adquiere todavía mayor importancia porque se tiene el predominio en ambas cámaras.
Aun cuando las diferencias y los matices son inevitables, lo importante es que se den en torno a materias con amplio consenso básico, expresadas en el programa de Gobierno. No es lo mismo tener acuerdo de fondo salpicados de diferencias que vivir en el cultivo de las diferencias, suspendidas -de vez en cuando- por uno que otro acuerdo.
El Gobierno, los partidos oficialistas y las bancadas tienen una responsabilidad indelegable y sin excusas.
De lograrlo, la Concertación será fiel a su historia y a su experiencia. Tras todo lo vivido, ya debiera ser un lugar común que el conglomerado no logra derrotar a la derecha cuando lo hace bien. Lo logra cuando lo hace muy bien. No puede ser de otro modo, porque en los momentos álgidos, teniendo la oposición tantos recursos de poder, dentro y fuera del área estrictamente política, lo que cuenta es la trayectoria y la disciplina.
La Concertación no es de súbitas inspiraciones. Es hija del rigor y el trabajo sistemático y constante. Ella no estaba predestinada al poder por un mandato divino, ha llegado y se ha mantenido porque se lo ha ganado a pulso. Y esto no cambiará ni ahora ni en el futuro.
Fiel a su historia, la derecha, tarde o temprano, llegará a la euforia. Así es como es. Lo importante es estar preparados para su mejor desempeño y, aun así, hacerlo mejor.