Desde la punta del cerro

Desde la punta del cerro

12 Marzo 2006
Cientos de porteños vivieron la fiesta en vivo y en directo. Se vio felicidad en sus calles tanto por la Presidenta electa como por la limpieza de la zona.
Susan Cabello >
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Creo que tengo fiebre. Hierve mi cabecita acalorada tras un sueño inquietante que no tiene explicación. Estuve todo el día de ayer con una intensidad al máximo; no podía creer todo lo que estaba viendo.
Desde que vivo en Valparaíso nunca vi una ciudad tan limpia, tanto así que todo esto produjo un júbilo que a ratos se me confundía con el nerviosismo de ver el acontecimiento que tenía ante mis ojos.
En las calles el orden reinaba a tal punto que podías caminar sin peligro de atropello, porque el tránsito fue desviado; el resguardo era total. Nadie se dio el lujo de dejar detalles al azar. Todo parecía genial, como un verdadero cuento de hadas.
Pero este sueño continuaba intensamente, una mujer aparecía en las puertas del Congreso, recibía honores y, más aún, se transformaba en Presidenta de la Nación. Deseo profundo de mujeres, porque en nuestra historia escrita por hombres, en la cual la República tiene sello masculino, esto ya es un sueño hecho realidad, y un día 11 de marzo.
Aquella mañana la ciudad comenzaba a moverse con banderas, bandas tricolores y sobre todo, con el entusiasmo de las mujeres trabajadoras, habitantes de los cerros y del puerto. Todo destinado a dar la bienvenida a visitantes extranjeros provenientes de los rincones más increíbles de nuestro planeta. Pero todo esto era porque Michelle Bachelet asumía la Presidencia de la Nación.
Y aunque no era un sueño, sigo afiebrada porque vi lágrimas en los ojos de muchas mujeres, porque el país está entusiasmado y porque los hombres, con total normalidad, sonreían al ver pasar la comitiva presidencial. Mientras tanto, el gesto de saludo lo realizaba nuestra ahora Presidenta Bachelet.
Me pregunté en todo momento qué dirían mis abuelos que ya no están con todo lo que estaba sucediendo. Y seguía ardiendo en fiebre porque, por primera vez, podía ver mis sueños hechos realidad. Quizás mañana alguna de mis amigas, o incluso yo podremos, ciertamente, llegar a ocupar un cargo presidencial.
Valparaíso cambió por unas horas. En las calles y en las ventanas se respiraba cariño, y el ambiente efervescente de los ciudadanos porteños representaba la nueva energía que transmitía la principal autoridad nacional.
Quizás volvemos inmediatamente a ser los mismos de ayer, con las calles sucias y el olor putrefacto de la basura callejera, pero tal vez tenemos nuevas posibilidades emprendiendo nuestros sueños. Porque una mujer sí que puede ser Presidenta... y nosotras también. ¡Viva Chile!