LEA: El Sentido del Sinsentido

Llega cierto momento en nuestras vidas, más bien antes de nuestras vidas, en el que caemos a este mundo que no elegimos. Somos hijos, somos nietos, o somos abandonados, comenzamos a ser en este mundo que nos fue entregado de cierta manera. Es muy fácil quedarse en él, en el mundo dado, no escudriñarlo y simplemente vivirlo: nazco, crezco, aprendo, estudio, colegio, universidad, trabajo, hijos, jubilación, nietos, muerte. Un mundo intenso en el aspecto sensorial, tanto que hace olvidarnos de lo que llevamos dentro: un corazón que sufre.

¿Existirá en alguna parte del planeta, algún ser humano que nunca haya sufrido? Solamente por ser hombre o mujer, podremos estar de acuerdo que la respuesta es negativa, y el punto no es ese, sino cuán capaces somos de vernos a nosotros mismos y decir: “yo sufro”. La reacción general frente a esto, sería el silencio o la evasión del sufrimiento mediante agentes externos a éste: un “buen” programa de televisión o una droga dura; dependencias que pueden tardar eternamente en darnos respuestas. Las consecuencias de pasar a ser una persona parecida a un balde lleno de dolor, no pueden más que producir una violenta fricción con nuestro entorno. Si alguien quisiera entrar en ese terreno prohibido que es el alma sufriente, será detenido a toda costa.

Esta semana, LEA El Sentido del Sinsentido de Dario Ergas, un libro de ensayos que indagan en esta realidad sicológica que nos cuesta tanto aceptar. Los distintos capítulos llevan al lector a revisar su propia experiencia junto con el autor, y a plantearse los ritos existenciales que hoy en día los hacen parecer trillados más que relevantes: ¿cuál es el sentido de la vida? ¿Somos capaces de preguntárnoslo o sólo vamos a seguir adelante arrastrando la cola?

El Sentido del Sinsentido nos lleva desde el sufrimiento más personal hasta su proyección generalizada en una sociedad. Uno de los temas es el del fracaso. ¿Cuáles son los dos arquetipos sociales que manejamos sobre esto? El hombre exitoso típico: un loco joven, que le va bien en la pega, que tiene una amante curvilínea y que luego, cuando llega a casa, los hijos y la mujer lo aman profundamente; el otro es el fracasado, a quien nada le funciona. Los medios de comunicación generan percepciones de la vida, y ésta está dentro del imaginario colectivo. La sociedad se mueve por la búsqueda del éxito, de ser al que le fue bien. Pero, ¿tenemos la humildad para querer empezar algún proyecto sin miedo? ¿O la tenemos para decir que fracasamos luego de que algo no nos funcionó? Humildad, somos todos seres humanos con los mismos problemas, comuniquémonos, es la única solución. Éste es el mensaje que me queda dando vueltas después de leer el libro.

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