Rancagua 1973: La figura notable de Reveco y la paradoja del General Ackerknecht

Rancagua 1973: La figura notable de Reveco y la paradoja del General Ackerknecht

07 Septiembre 2013

La paradoja de Ackernecht amerita una investigación profunda. ¿Golpista civilizado, militar profesional, héroe silencioso? Lo último es una exageración: los héroes fueron otros, Almonacid, Pantoja, Peña, Muñoz Otárola, Mario Márquez, Lira-Sazo, Fernando Reveco.

Esteban Valenzu... >
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Rancagua tiene un militar héroe, el comandante Fernando Reveco, quien como joven militar en Chuquicamata vivenció la entrega pacífica de los líderes de la Unidad Popular y luego se opuso a colaborar con la Caravana de la Muerte y los asesinatos impunes ordenados por Pinochet, Arellano Stark y Pedro Espinoza. Reveco fue torturado y encarcelado, como lo relata Patricia Verdugo en los Zarpasos del Puma. Después volvió a su natal Rancagua y por años trabajó en su pequeña óptica frente al Colegio Sagrado Corazón. Mucho después relató los horrores a que fue sometido por oponerse a las masacres.

Su testimonio -agregado a la denuncia-, dice que el 30 de septiembre de 1973 siendo jefe militar de Chuquicamata se le llamó a Santiago. El general Herman Brady le comunicó que había una denuncia en su contra y agregó: "Usted no es el primero que llamamos". Se le envió detenido luego al regimiento Tacna: "con centinela a la vista". Al día siguiente llegó el teniente coronel Galeno "muy acongojado" diciéndole que lamentaba ponerle una capucha para enviarlo a un lugar secreto que resultó ser la Academia de Guerra de la Fach.

"En ese lugar -continúa el testimonio del ex alto oficial- fui atado de manos con una cuerda de nylon para pescar y conducido frente a un teniente coronel que identifiqué como Manuel Rodríguez, alias 'El Polaco', quien inició su interrogatorio diciéndome: 'Diga si es efectivo que usted, en una reunión social en que había varios oficiales, dijo que votaría por Salvador Allende'. Mi respuesta fue afirmativa".

El entonces mayor Reveco fue llevado, siempre encapuchado, a una habitación donde había otras personas. "Percibí -dice- que había un gran número de militares y aviadores en la misma situación. Mirando por la parte inferior de la capucha veía los pantalones de unos y otros. Se escuchaban gritos desgarradores de los torturados".

El mayor Fernando Reveco, cuya odisea es semejante a la que vivieron miles de chilenos, recuerda que algunos prisioneros regresaban a la celda en muy malas condiciones y "caían al piso de donde eran levantados a culatazos".

La experiencia de Reveco es característica de un sector militar cuyas torturas han sido poco divulgadas. El fue conducido con otros prisioneros al Regimiento Blindados Nº 2. Un capitán de apellido Zara, le dijo: "Usted tuvo suerte, mi mayor, porque todos los que trajeron anoche fueron fusilados esta mañana".

Al cabo de 21 días, Reveco fue llevado de la Academia de Guerra Aérea donde debió estar de pie varias horas. "Me desnudaron y amarraron los pies y manos a unos tablones en forma de cruz. Sólo conservé los zapatos y la capucha. Una voz preguntó qué clase de contactos había tenido con un señor Lazo del Banco del Estado. Era la primera vez que escuchaba ese nombre. Cuando lo dije sentí un dolor espantoso en los testículos. Me habían aplicado electricidad. Me mojaron con un paño y volvieron a aplicarme corriente. Y así, por largas horas, mientras los torturadores hablaban entre ellos en voz baja. Creo que eran oficiales tal vez muy jóvenes. Me preguntaban sobre gente del MIR o del Partido Comunista que yo habría contactado. Sentía tanto dolor, que si hubiera tenido contacto alguna vez con ellos, lo habría confesado".

El mayor Reveco se quejó del trato que recibió y mostró las amarras que incrustaban en sus muñecas. Después de eso, se le condujo encapuchado al Regimiento Blindados Nº 2 donde sufrió una prisión de un año, cinco meses y cuatro días. 

El golpe fue  aparentemente “blando” en Rancagua en las cifras globales de represión al ser la provincia/Región como menos muertos según el informe Rettig, no obstante, hubo reforma agraria, polarización en El Teniente y conatos de violencia política. Sin embargo, hubo cientos de detenidos, exonerados y mucho exilio. El diputado socialista Héctor Olivares enviado a la remota isla de Dawson, acusaciones de tortura en el regimiento Lautaro y en el cuartel de Investigaciones. Pero el dato irrefutable es la baja muerte para la crueldad de militares y civiles ultraderechistas en otras partes, algunas muy cerca de Rancagua, como las matanzas de Lonquén y Paine en el camino a Santiago.

La razón parece estar en  el general a cargo de la zona: Cristian Ackerknecht, no comparable, por cierto, a la valentía de  Fernando Reveco.  Pero algo tuvo que ver este general para que la atrocidad tuviera límites.  También hubo civiles derechistas, como los ex alcaldes Patricio Mekis y Alfonso Orueta,  que visitaron a presos políticos en la cárcel de Rancagua y abogaron por penas de cárcel para evitar fusilamientos en los consejos de guerra. Los sacerdotes Alfredo Salas y Roberto Figueroa cumplieron también una labor encomiable en los primeros años, dando protección a los vencidos. Otros ex presos políticos (piden anonimato), apuntan a que Juan Latiffe y el fiscal Tulio Díaz, dieron sentencias menores a pesar de las presiones para condenar con severidad y ojalá fusilar.

El concejal socialista Enrique Leyton, detenido en la cárcel de la ciudad, testimonió al autor que en una noche tras el golpe fueron rodeados por militares, y que luego supieron “que  Ackerknecht,  había ordenado custodiar la cárcel para que el general asesino Arellano Stark y su caravana de la Muerte, que fue fusilando detenidos en el norte y sur del país para endurecer el golpe por orden de Pinochet, no fuera capaz de sacarle y matarle ningún detenido en Rancagua”. Adolfo Lara, dirigente socialista también detenido, no tiene plena coincidencia con el hecho relevado por Leyton, pero sí coincide en que Ackerknecht “fue un mal menor comparado con lo que se vivió en otras partes, era un militar prusiano, muy católico, formal, pero no un asesino en masa como la pandilla de Pinochet. Con la polarización y enfrentamiento que hubo en Rancagua, nos pudieron haber matado a unos cuantos” (testimonio en abril del 2013). 

Carlos Ackerknecht al recordar los 100 años de los Ackerknecht-Scheneider en Chile, llegados desde Alemania, explica el origen de la familia del general como una deriva de gente profesional, ordenada, cristiana, decente y servicial, con orígenes maternos llegó a Valdivia en el siglo XIX, y luego se instalan en 1891 como gente industriosa en Lautaro .

Sin embargo, quienes estuvieron largo tiempo detenido en la Cárcel de Rancagua y sufrieron tortura en los cuarteles militares, persiguieron al general, que luego fue enviado a cargos diplomáticos en Alemania y USA (para algunos denigrado por su “blandura” ya que no ocupó roles ministeriales).

El agregado militar de la embajada chilena en Bonn, coronel Christian Ackerknecht, abandonará la República Federal de Alemania como consecuencia de una campaña de prensa en la que se le ha identificado como personaje clave en la represión popular de la dictadura chilena. Sin embargo, el Ministerio de Asuntos Exteriores federal no ha accedido a la petición del Partido Socialdemócrata, en el sentido de que declarase a Ackerknecht «persona no grata». El coronel, según fuentes chilenas en el exilio, y alemanas, dirigió un campo de exterminio en el norte del país. El principal acusador del agregado militar ha sido el antiguo director de cooperación de la reforma agraria en las provincias chilenas de O'Higgins y Colchagua, Pedro Armijo, exiliado en la RFA, que ha presentado pruebas sobre las torturas aplicadas por Ackerknecht a sus prisioneros políticos. Entre ellas la aplicación de inyecciones de orín en la nariz y oídos de sus víctimas.

El ex alcaide de la cárcel de Rancagua, Carlos Lira, y el ex preso político, Jaime Vera, también hicieron acusaciones contra el general por torturas, lo que le significó que su estadía el año 1982 como agregado militar en Washington fuera breve por las protestas de organizaciones de derechos humanos .

La paradoja de Ackernecht amerita una investigación profunda. ¿Golpista civilizado, militar profesional, héroe silencioso como un Schindler en la Alemania Nazi que salvó vidas? Lo último es una exageración: los héroes fueron otros, Almonacid, Pantoja, Peña, Muñoz Otárola, Mario Márquez, Lira-Sazo, Fernando Reveco. Pero al menos, el Cachapoal no se tiñó de sangre, aunque la tortura (como la practicada al Negro Gómez y a cientos) y el exilio masivo (como el de Pallamar y miles) marcó a Rancagua para siempre.