[Opinión] Los conversos: Amor y sacrificio por su "vocación de servicio público"

02 Marzo 2017

La vocación no es sólo un acto de amor también es sacrificio, y entre antes alguien con real vocación se dé cuenta de esto, mejor podrá afrontar el desafío de mejorar la calidad de vida de los chilenos.

Nicolás Ferreira >
authenticated user Corresponsal

Siempre me han gustado las historias de conversos, esos tipos que iban por la vida por un rumbo y luego de un acontecimiento especial, una experiencia religiosa o un accidente, descubren su verdadero camino, su destino. San Pablo, San Francisco o San Antonio deben ser los más famosos por este lado del mundo, todos recibieron “El llamado” y en muchos casos, aunque pelearon contra él, terminaron aceptando su vocación.

Es común por estos días ver a cientos de conversos que han encontrado su “vocación de servicio público”, candidatos que nunca mostraron preocupación por lo social, que nunca tuvieron opinión, que nunca pelearon por el bien común. Personas que tuvieron sus quince minutos de fama mediática y que ahora se aprovechan de eso para presentarse como salvadores, como santos.

Personalmente nunca me he sentido un converso, no he cambiado la dirección de mis ideales ni encontré una nueva visión. Quizás se deba a que en mi caso el llamado fue muy temprano, desde niño supe que quería ayudar a mejorar la calidad de vida de otros y he trabajado desde siempre en esa dirección. Presidente de curso, centro de alumnos, candidato a concejal, dirigente cooperativista y aún me siento en deuda con mi llamado, no porque yo sea un ejemplo, si no todo lo contrario, porque no he podido entregarme por completo a él. La vocación no es sólo un acto de amor también es sacrificio, y entre antes alguien con real vocación se dé cuenta de esto, mejor podrá afrontar el desafío de mejorar la calidad de vida de los chilenos.

Mi llamado para los conversos es a que se preparen, al igual que un joven que recibe el llamado y decide entrar a un seminario o quien encuentra su vocación y busca un maestro que lo lleve por la senda de la sabiduría, los conversos deben entrenarse y es deber de los partidos políticos o movimientos sociales, ver que esto efectivamente ocurra. No soy quien para dudar de las buenas intenciones de nadie, cada uno conoce su propia verdad, pero sí puedo evaluar bajo experiencias anteriores que tan preparado puede o no estar un candidato y que capacidades tiene, ese es nuestro deber como sociedad civil.

Cuando tomamos un tipo cualquiera que dice querer mejorar la vida de sus compatriotas, pero no tiene experiencia alguna en cómo hacerlo, corremos el serio riego de encontrarnos con un Trump.

Tipos con muy buenas intenciones han cometido los agravios más grandes de la humanidad.

Los candidatos deben ser algo más que marketing, algo más que caras bonitas o frases aprendidas. Los slogans y las fotos ganan elecciones, pero no mejoran al país, no sacan familias de la pobreza ni generan oportunidades, no dan trabajo, salud o pensiones. No llevan pan a la mesa ni devuelven la dignidad a la ciudadanía. La publicidad no mejora la calidad de vida de nadie, salvo de quien es electo gracias a esa publicidad.