El Estado burocrático y centralizado de Michelle

06 Noviembre 2013

La vaguedad de las propuestas del programa de gobierno de Michelle Bachelet, fue recibido con ambigüedad por parte de muchos actores políticos y analistas.

Edison Ortiz G >
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Las distintas reacciones que tuvieron los diversos medios al programa de Bachelet –desde la “izquierdización” que leyó alguno, pasando por el guiño al PC de otros, el énfasis en el rechazo a la Asamblea Constituyente puesto en boca de Velasco por el decano, el foco en lo económico de su propuesta que leyó el Diario Financiero, así como “el nada nuevo bajo el sol” de sus críticos– son un claro reflejo de la ambigüedad con que fueron recibidos sus anuncios por los diversos actores y analistas. De hecho la vaguedad de las propuestas llevó a uno de ellos a señalar que no eran más que “una larga lista de tareas –que si alguien se diese la molestia de costear– seguramente sobrepasa con creces el modesto 3% adicional” que la candidata tiene considerado recaudar para financiar su implementación.

También la comunicación previa de las medidas a los presidentes de los partidos que la apoyan, así como el énfasis en su discurso respecto de que “somos de las pocas candidaturas que han hecho un programa participativo y no entre amigos o entre cuadro paredes”, dan cuenta del reconocimiento a los problemas que su candidatura ha enfrentado últimamente. Es por ello que, más que el programa mismo, lo que dejó en evidencia Michelle en la puesta en escena para presentar el programa fue su intento por surfear la ola crítica que se ha levantado sobre ella y cuyo efecto principal ha sido su constante baja en las encuestas a pesar de que corre sin competidores, mediante la insistencia en los grandes titulares de su programa, así como en entregar una señal de orden y coordinación entre sus apoyos políticos. Es ese contexto el que explica la multiplicidad de reacciones que levantó la difusión de su programa de gobierno, donde vuelve a insistir en el cambio como gran titular, pero cuyos detalles se prestan a las más variopintas interpretaciones, y donde el ceremonial de comunicar primero a los presidentes de los partidos las medidas, vuelve a poner en primera prioridad a los colectivos y actores que serán claves, a partir de marzo, en la concreción de dichos anuncios. Otra cosa es el detalle de las propuestas impulsadas donde, además de lo ya difundido y comentado, sobresale el énfasis portaliano del programa de la presidenciable.

 Ministerios y agencias estatales centralizadas abundan en su plataforma programática. Como muestra, un botón: si a las siete prometidas sólo en educación les sumamos la instalación de nuevos ministerios, subsecretarias –juventud y ciencia y tecnología–,  y agencias –concesiones, por ejemplo–, institutos –el de la pesca artesanal– y programas, sumamos más de quince, y ello sin considerar los paneles de expertos, las comisiones asesoras presidenciales y comités que abundan en las páginas y áreas de su propuesta.

 

 MICHELLE SURFEANDO

La intención de cambio esbozada no altera las estructuras de la desigualdad contenidas en el diagnóstico que ella misma hizo en su discurso de El Bosque. El cambio institucional será con la participación del parlamento broker  –acuérdense de  Sabag– y ya sabremos los entretelones de esa negociación, especialmente con los barones de la Nueva Mayoría, los principales afectados por el ánimo ciudadano que se ha apoderado de regiones. Ya los propios senadores se encargaron de disminuir su impulso descentralizador y la elección del intendente quedó en su programa más bien como un deseo que como una medida a implementar, que dependerá, ahora, del estudio que realice una comisión asesora. Otra prueba de esa estrategia es el tema laboral y el guiño a la CUT con la “titularidad sindical” que posibilitará que los beneficios de las negociaciones colectivas sólo sean recibidas por los sindicalizados, así como la modificación del código respectivo –ampliamente pedida por la actual directiva de la central– y la reforma tributaria, cuyos efectos principales –como ya se ha repetido majaderamente– se verán recién cuando su gobierno esté terminando.

Educación es otro tema donde la bajada de la reforma no da cuenta del tamaño del titular. Abunda la creación de Subsecretarias –parvularia, educación superior–, agencias –calidad superior, servicios locales de educación, CFT estatal, centros de entrenamiento– y superintendencias. Sin embargo, nada se dice del papel, ni la articulación que cumplirá en ese nuevo entramado, el Mineduc actualmente jibarizado por la propia Concertación, en sus distintos  niveles. No queda claro si con las medidas propuestas se terminará dando el tiro de gracia al histórico papel estatal consagrado desde 1833, suplantándolo ahora por una serie de servicios y agencias cuya autonomía y escasas atribuciones harán inviable la aspiración de más regulación en el área o si ellas son la expresión de ideas fuerza que circulan, pero que no dan cuenta, ni consideran, la arquitectura estatal en educación, haciendo que las propuestas de su equipo tornen aún más confuso el panorama en este eje programático clave. A propósito del lucro, no se vislumbra en su programa una intención por evaluar profunda y concienzudamente el marco normativo implementado por la propia Concertación a partir de la Ley 20.248, cuya desprolijidad y abuso en el uso de los recursos derivados de la SEP por parte de los sostenedores, han sido cuestionados permanentemente por Contraloría, denunciados en los medios y criticados por los expertos. Lo que queda claro en el grueso de sus anuncios es que hay una Michelle que insiste en sus titulares, pero cuyos detalles no dan cuenta de los mismos y del reclamo ciudadano por más regulación.

MICHELLE PORTALIANA

Entre los anuncios de la candidata, por ejemplo, sobresale la creación de dos universidades en aquellas regiones donde no existen –O’Higgins y Aysén–, pero que no han sido debatidas en el seno de ambas comunidades. En Rancagua recién el sábado de la semana pasada se inició la socialización de la medida, prueba de ello es la inquietud de un consejero regional actual al señalar que “Michelle es mi candidata, pero no sabemos cómo se va a implementar el proyecto. Aquí hay diez sedes universitarias, ¿qué vamos a hacer con ellas?”. Un segundo hecho que evidencia el espíritu portaliano de la presidenciable es la decisión de resolver los propios cuellos de botella institucionales mediante la creación de ministerios y agencias estatales centralizadas que abundan en su plataforma programática. Como muestra, un botón: si a las siete prometidas solo en educación les sumamos la instalación de nuevos ministerios, subsecretarias –juventud y ciencia y tecnología–,  y agencias –concesiones, por ejemplo-, institutos –el de la pesca artesanal– y programas, sumamos más de quince, y ello sin considerar los paneles de expertos, las comisiones asesoras presidenciales y comités que abundan en las páginas y áreas de su propuesta.

Las medidas que refuerzan el modelo de Estado centralizado contrastan no sólo con el informe de la OCDE de 2009, que hace un negativo balance sobre la metropolización de Chile, sino con el propio anuncio descentralizador realizado por ella hace solamente unos meses en Magallanes y hoy reducido a una comisión asesora presidencial para el desarrollo regional, como puede leerse en su propuesta. También la creación de nuevas agencias estatales puede interpretarse como sinónimo de la esquelética anatomía estatal que la candidata postula mejorar con la instalación de más  servicios que, más que fiscalizar, pueden terminar entrabando y dificultando la ya débil institucionalidad existente y cuya evidencia más sintomática son hoy: la superintendencia de educación, que no logra investigar bien los recursos de la SEP por el propio marco normativo existente; y la agencia de calidad, cuyas estandarizaciones de establecimientos, por ejemplo, deberán ser aprobadas finalmente igual por las seremis de educación respectivas.

¿PARA QUÉ TANTA INSTITUCIONALIDAD ENTONCES?

Así, el anuncio de la próxima inquilina de La Moneda no sólo no dilucidó aspectos programáticos de fondo que ella misma enarboló desde su regreso al país –de allí las interpretaciones disimiles que generó–, sino que constituyen, también, un verdadero ejercicio de acrobacia política, el cual intenta buscar un punto de equilibrio entre sus adherentes que ponga fin a su descenso en las encuestas en vista de que, ante la antropofagia de la derecha por una parte y la proliferación de candidatos alternativos por otra, se ha abierto nuevamente una remota  posibilidad de un triunfo en primera vuelta, pero que no la comprometa más allá de la política  de “en la medida de lo posible” que la candidata ha hecho suya. Por último, la proliferación  de novedades en la creación de agencias estatales centralizadas –ministerios, subsecretarias, superintendencias, agencias, institutos, comisiones y paneles de expertos– son,  a su vez, la prueba más fehaciente de que el estado portaliano continúa “vivito y coleando” al interior de la uniforme elite política chilena que, de derecha a izquierda, sigue resolviendo las desestructuraciones e incoherencias del propio modelo con más centralismo.