VEA: El festín desnudo

18 Septiembre 2009

Me hubiera gustado mucho leer el libro antes. Mucho, mucho. Pero tenía la película en mi disco duro y no me resistí. Sabía que existía El festín desnudo de Burroughs, el que seguramente era bueno

Simón Ergas >
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Me hubiera gustado mucho leer el libro antes. Mucho, mucho. Pero tenía la película en mi disco duro y no me resistí. Sabía que existía El festín desnudo de Burroughs, el que seguramente era bueno, mas nunca imaginé la trama rarísima en la que me vi envuelto. Drogas, insectos y literatura son tres palabras que quizás describan un poco la película.
Dirigida por David Cronenberg, esta película del año 91 trata de un personaje, exterminador de plagas, que descubre que su esposa está consumiendo el insecticida para volarse, es un polvo cafesoso que se inyecta en las venas y que su abuso, como siempre, mata. A este tipo, William Lee, lo visitan unos policías en la oficina y le ponen sobre la mesa un bicho gigante y asqueroso, el que por una obertura carnosa en su superficie, se alimenta del mismo insecticida. Este bicho habla, le cuenta a William de una organización que debe detener, y que su esposa es un agente encubierto. Obviamente William creerá que está alucinando por el insecticida, vuelve a casa, pero encuentra a su esposa revolcándose con su amigo. La mata, y comienza a escribir su informe de la misión. Es en ese momento que comienza un torbellino de rareza y literatura.
William Lee escribe sus reportes. Para eso necesita una máquina de escribir. Y adquiere a Clark Nova, un modelo que mientras es escrito, cobra vida, abre los ojos, la boca asquerosa de insecto y siente placer mientras se la teclea. Esa misma máquina es quien le seguirá dando instrucciones como agente secreto para boicotear a un doctor que está a punto de inventar una droga más nociva aun para el mundo: la carne negra, un derivado de las entrañas de un ciempiés gigante. Entre las drogas y las máquinas de escribir vivas, se ve reflejada una visión de la literatura abrasadora. Es un proceso que una vez comenzado no puede parar. Es la herramienta la que busca al escritor, es lo que te obliga a escribir. La máquina te mira, te da instrucciones y tu debes plasmarlas en un papel para que ella deje de hincharte las pelotas; pues son pocos los que saben aplacar una Clark Nova.