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Las “callecitas” de Rancagua tienen ese qué se yo… ¿viste?

03 Agosto 2008
Está claro que las veredas y calles van superando su vida útil. También es cierto que los rellenos en las calles no son, muchas veces, efectivos; pero ¿qué hacemos mientras tanto? Por Silvia Miranda.
Silvia Angélica... >
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Está claro que las veredas y calles van superando su vida útil. También es cierto que los rellenos en las calles no son, muchas veces, efectivos; pero ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Confiar en los señores que se instalan con una pala y un balde en alguna esquina, rellenando o “haciendo como que rellenan los agujeros, con tal que les den algunas monedas?... o esperamos que, debido a las próximas elecciones, haya una varita mágica que arregle NUESTRAS VEREDAS Y CALLECITAS?
Quizás el tema no requiera de introducción ni contenido. Se necesita mostrar sólo algunas fotos, para certificar que muchas de nuestras calles y veredas se encuentran en pésimo estado. Este gran detalle lo he comprobado en terreno, no solamente captando imágenes, sino que comprando un par de metros de ellos, mediante caídas, en verdaderas picadas y torceduras de tobillos. Y en estas lides he visto a niños, jóvenes, ancianos, damas y varones; no hay distinción.
Sin ir más lejos, por calle Alcázar, un joven –muy compuesto- camina por la vereda oriente, a pasos de Gamero, llevando un bolso de trabajo y capeando la lluvia con su paragua. Me sentí anulada al verlo caer –al estilo de cualquier dibujo animado que cae en picada- Pero como mi misión de Corresponsal es narrar y confirmar, prometí revisar el tema… de la mejor forma posible.
¿Cuál es el efecto que producen las lluvias y temporales en nuestras calles y veredas? La respuesta es simple: grandes deterioros que, a medida que cae más agua y se camina sobre esos lugares, van transformándose en pequeños cráteres, susceptibles de atraer a las personas, provocándoles caídas y, por consiguiente, gastos en radiografías, vendajes, yeso, medicamentos; dinero –por supuesto- evitable de irse de nuestras manos… “si sólo nuestras sendas habituales se encontraran como la gente”.
Y no solamente vemos este problema en la capital regional, sino que vemos que el tráfico en carreteras y caminos rurales, debido al constante ir y venir del transporte de carga (no olvidemos que estamos en una zona productiva), produce un alto impacto: deterioran las vías, en muchos lugares no se paga peaje y, además, como guinda de la torta, estos mismos vehículos pesados, no aportan en nada para la reparación de las rutas.

Consultando al Departamento de Obras de la I. Municipalidad, me aclaran una duda, respecto a la reparación de calles y veredas en la ciudad: “Este tema de las reparaciones en calles y sendas de la ciudad, recae en el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, y se llevan a cabo a través de Serviu”. Lamentablemente, llamé varias veces a Minvu y Serviu. Y como no me agrada la burocracia telefónica, decido proseguir con la realidad que tengo, es decir, investigar por sí sola..
Alguien me pone en conocimiento sobre la Ley 20.035 que traspasa al Serviu la misión de “construir, reponer, conservar y administrar en las áreas urbanas las obras de pavimentación de aceras y calzadas.”
Pero, independiente de las entidades, ministerios, departamentos, lo más desagradable es vivir el tema, esa cuestión real que no sólo pone en peligro la integridad de los ciudadanos, sino también del medio ambiente; aparte que la presentación de una ciudad que está luchando por desarrollarse, se desvanece de a poco. Y, otro punto nada agradable, es –muchas veces- el no encontrar el sitio directo dónde acudir. Y se originan disputas por la no pertenencia e incumbencia de los agujeros y baches urbanos. Asimismo, el traspaso de responsabilidades no beneficia en nada esta complicación… sólo dificulta el avance de una necesidad muy clara y real.
Está claro que las veredas y calles van superando su vida útil. También es cierto que los rellenos en las calles no son, muchas veces, efectivos; pero ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Confiar en los señores que se instalan con una pala y un balde en alguna esquina, rellenando o “haciendo como que rellenan los agujeros, con tal que les den algunas monedas? Eso no debería existir en una ciudad que erige grandes edificios arquitectónicos, y que refleja la actividad económica de Rancagua. Una urbe con Grandes Tiendas, con la mina subterránea más grande del mundo, con un Barrio Universitario, con lindos lugares plenos de cultura, en fin. Al respecto, podrían existir recursos adicionales de las grandes Organizaciones, que hacen transitar sus inmensos camiones por nuestras vías, produciendo rigurosos desgastes en las calles.
Seguridad de personas y vehículos en riesgo
El deterioro de veredas y calles pone en riesgo la seguridad de los peatones y vehículos. Quién podría hacerse cargo de rótulas en mal estado, brazos quebrados, esguinces, lentes ópticos que terminan en el suelo, junto a la humanidad de su usuario? O quién responde por neumáticos rotos o algún desperfecto en un vehículo que pasó por calle Cuevas, y se pegó medio ni qué plantón, precisamente un poquito más allá del MOP? ¡Qué paradoja!
Las precipitaciones contribuyen enormemente al deterioro de calles y veredas. No se puede contra la naturaleza, pero no por ello se deben pasar las 4 estaciones del año restantes, soportando veredas crespas, incluso con maleza, que emerge buscando el aire libre entre el cemento. (No, no es parte de un poema… es la verdad)
Las autoridades competentes tienen una invitación, luego de leer este artículo. Porque, mientras la ciudadanía tiene el derecho de expresar sus aprensiones sobre la situación, debe existir el lugar y las personas que puedan responder, en forma rápida y oportuna, estas preocupaciones; y junto con tratar de romper el hielo que existe, muchas veces, cuando la gente acude a solicitar apoyo, romper –también- las calles picoteadas y las veredas sinuosas que se presentan en calles de nuestra ciudad, para luego remozarlas con material nuevo.
Preguntas misteriosas por resolver
Sería agradable ver que las entidades regionales se disputen la oportunidad de responder las preguntas, les ataña o no. Porque, en este tema, hay mucho que decir. Lo importante sería encontrar la solución, en beneficio de los ciudadanos.
A quienes les compete, se hacen buenas preguntas, requiriendo una buena respuesta.
* ¿Se tiene un catastro sobre las calles y veredas en mal estado?
* El servicio – a quien le compete el tema- cuenta con los fondos suficientes para mantener o mejorar el pavimento de la zona?
* Dónde se reciben los reclamos de los habitantes de la Región de O’Higgins, con relación a este tema? O tendrían que ir a otro lado?
* Existen muchas calles donde, aparte de la locomoción colectiva, especialmente micros, pasan vehículos más pesados. Para estos últimos existe alguna normativa que les prohíba usar esas vías de acceso?
Después de todo lo detallado en este artículo, podemos pensar que, viviendo en una región tan valiosa, y en ciudades y localidades que luchan por desarrollarse, ¿tenemos derecho a pedir que se arreglen las calles y veredas por donde transitamos a diario? Esta columna no es una crítica, es más bien una mera necesidad de los ciudadanos.
Nota: El título de esta columna, pertenece a un tango vial creado por la autora. Cualquier alcance de nombre… es pura casualidad.

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