¿Tienes redes que te salven?

18 Enero 2007
Damos a conocer un artículo realizado por el conocido sicólogo de nuestra ciudad, Antonio Díaz, el cual es apoyado por el Colectivo Prende.
Colectivo PREND... >
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Sentado en la tranquilidad cálida y protectora de la casa, me entero de la muerte de un niño cuya madre murió después de un ataque epiléptico, y que no fue identificada hasta 15 días posterior a su muerte.
De muchos puntos de vista, la comunidad hace sus interpretaciones, intentos de comprensión y las evidentes críticas. Críticas a la madre “irresponsable”, a la autoridad que no identificó el cuerpo a tiempo, al jardín infantil que no alertó en su momento.
Estas interpretaciones que provienen de la impotencia, de la no comprensión, de la perplejidad, del resentimiento, o del deseo de venganza por tener un culpable, intenta darle forma a lo informe, comprensión a lo incomprensible, explicación a lo no explicable. Quizás cada uno de ellos tenga una proporción de la razón.
Sin embargo, nada de eso devolverá la vida a un infante solo, desesperado, abandonado, impotente y débil. ¿Es posible que hoy, en pleno siglo XXI, siglo de globalizaciones, de comunicaciones inmediatas y remotas, un niño, inocente, pequeño, desvalido, muera solo en frente de nuestras propias narices, a la vuelta de la esquina, en la casa de al lado?
No he indagado el detalle de la desgracia, pero una inquietud, cual ave rapaz me asalta, haciéndome sentir la impotencia y la culpa, la perplejidad y la sorpresa.
Y ésta es la inquietud acerca de la soledad, en un planeta que ya bordea los 6.000 millones de habitantes.
¿Esa mujer no tenía familia, no tenía vecinos, no tenía amistades?
Algunos de ustedes, estimados lectores, ¿podrían desaparecer quince días por haber quedado atrapados en el sótano de su casa, o en una pieza hermética con llave, o estar accidentados sin poder moverse, y nadie, nadie, absolutamente nadie, preguntará por ustedes?
¿Tendrían que esperar que llegare la policía botando puertas y rompiendo candados, para poder averiguar si ustedes están vivos, muertos, o heridos?
Las comunicaciones, las posibilidades técnicas de las comunicaciones han llegado a niveles que hace 10 ó 15 años, no uno o dos siglos, sino que apenas unos 10 años, la más fértil de las imaginaciones hubiera ni siquiera soñado.
Bradbury, y otros tantos escritores creativos y prolíficos de ciencia ficción, no han llegado siquiera a imaginarse lo que hoy día es cotidiano. Obvio para nuestros jóvenes. Pero aún sorprendente para los adultos.
¿Quieres ver tu casa desde las alturas? Ándate al Google Earth y mírala, con el auto estacionado, el pasto cortado, la última ampliación que le hiciste. ¿Quieres saber quién compró en tal tienda? Rebobinemos la cinta o revisemos el DVD, o la memoria digital, y ahí están los clientes que han comprado en varios días. ¿Quieres mandar una foto a alguien que está a mil kilómetros de tu casa, preguntándole si ése es el producto que te había encargado? Y el otro, en forma sincrónica, simultánea, lo recibirá en su teléfono celular, que a su vez está lleno de los videos que ha registrado.
¿Quieres que ese hobby que realizas lo conozcan algunos miles de personas en distintas partes del mundo? Grábalo, y súbelo al Youtube, y miles de personas te verán practicando tu hobby favorito, o realizando esa artesanía que tanto te gusta, o tocando tu instrumento preferido. Te verán miles, no cientos, miles. Verán tu rostro, tu entorno tu ejecución, tu maestría, o simplemente tu discreta habilidad para eso que te gusta.
Ya nadie se preocupa en ponerse de acuerdo en dónde se juntarán, ni siquiera en la más lejana o desconocida ciudad. No hace falta. Basta que llames por el celu y aquél a quien quieres encontrar, te dará sus coordenadas, y ¡zas!, que ahí estamos en dos minutos, y podemos encontrarnos con nuestro pariente o amigo, en Tokio, Nueva York, Constantinopla o Coltauco.
Pero algo le falta a esta tecnología. La más básica, elemental y obvia humanidad.
¿Para qué tanta tecnología, si un niño puede morir desesperado, de hambre, o atragantado con un pedazo de pan, a la vuelta de la esquina, o en la casa del frente?
Probablemente había algo que esa mujer no había sido capaz de generar. Redes, redes de amistades, redes de gente que la amara, redes de personas con quienes establecer la más elemental de las rutinas, de manera tal que a las 8, 10 ó 12 horas de desaparecida, fuera echada de menos, fuera extrañada, se sintiera su falta a la actividad habitual.
Puede ser el grupo de amigas para conversar, el templo religioso, un amor superficial o trascendente que tenga hoy día, el club deportivo, la junta de vecinos, el curso en que aprenden pintura, o la colega del trabajo.
Las redes son salvadoras. Hoy día, en que la delincuencia parece haber aumentado, una de las formas de protegerse, a veces lejos más eficiente que las propias armas, o las grandes rejas, son las redes de gente en que se importan unos a otros.
El vecino sacando los recibos de las cuentas para que la casa no parezca sola, o en otros ámbitos, el monitor enterándose que otra vez el adicto volvió a caer, pero que prometió perseverar, las cadenas de oración, de la gente religiosa, los amigos del colegio.
Ésas son redes protectoras, salvadoras, sanadoras, redes con las que probablemente esa madre de ese niño no contaba, no existían para ella. Y si existían, no eran tan fuertes, ni afectivas, ni cercanas, y por esta vez, por esta nefasta y dolorosa vez, no funcionaron.
Antonio Díaz Peralta
Psicólogo (U. de Chile)
e-mail: [email protected]

Comentarios

Imagen de Eduardo

?El efecto de la

?El efecto de la tecnología va mucho más allá de eso. La tecnología se ha extendido tanto en nuestro mundo moderno que no solo está cambiando el modo como trabajamos y vivimos, sino también nuestros valores, nuestro punto de vista de nosotros mismos y de la sociedad en conjunto. Surge la cuestión: ¿Hemos utilizado la tecnología prudentemente para nuestra propia bendición, o ha dominado la tecnología nuestro modo de vivir para perjuicio nuestro?? (Despertad del 22/11/1985 pag. 4-8)

Las personas se comunican fácilmente con teléfonos celulares a largas distancias, pero no son capaces de tener una comunicación frente e frente. El hombre ha caminado en la luna, pero no ha podido lograr caminar tranquilamente en la ciudad.