San Miguel para Vivos y Difuntos

San Miguel para Vivos y Difuntos

01 Noviembre 2005
Medio Arica se volcó al cementerio de San Miguel de Azapa, lugar que se llenó de bandas, música y comida en una gran fiesta en honor a los que partieron única en nuestro país
Zorka Ostojic E. >
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A eso del medio día nos encaminamos con mi familia rumbo al Cementerio de San Miguel de Azapa, en esta fecha se repleta con tanta gente que es difícil distinguir si es el cementerio el que está dentro del pueblo o el pueblo el que se metió en el cementerio. Parece que todo San Miguel al igual que el resto de Arica se vino a vivir al camposanto, y cómo no va a ser así, si es uno de noviembre, el día en que me encuentro con gente que es probable que no la vuelva a ver hasta dentro de un año más.
Llegamos a la cancha de fútbol que está convertida en estacionamiento, y donde aún queda espacio, pero ya hay mucha gente y más tarde llegarán más. Caminando hacia el cementario se ve a algunos que ya están almorzando: picante de ave, cazuelas, calapurka, sopaipillas, asados y el infaltable "pollo con papas fritas".
A continuación el pasaje que desemboca en la entrada del cementerio está lleno de puestos de floristas vendiendo: ramos frescos, coronas de papel, tarros para la flores, entre otros. También hay comerciantes que ofrecen lentes y sombreros, banderas de clubes deportivos y hasta una mujer que lee el tarot.
Esta conmemoración de los muertos no tiene nada de tristeza, al contrario es una fiesta de alegría, de unidad familiar, de buenos recuerdos en que cosas cotidianas se trasladan a las tumbas. Éstas están llena de música, comida, bebida y muchas flores, además cada familia se agrupa alrededor de su ser querido que ha muerto, algunos recientemente, otros hace veinte años atrás y más.
Compartir y masitas
Después de estar junto a mis difuntos me acerqué al lado de unas personas que tenían un verdadero banquete, se trataba de la familia de don Serapio Delgado quien falleció hace un año, y tenía una cantidad de flores impresionante, mucha cerveza y gaseosas, un saco lleno de pululos y “masitas”, verdaderas obras de arte hechas con masa de pan en forma de personas, animales, astros, etcétera, que encargaron para la ocasión.
Esta familia le pidió a una banda de bronce que tocara para don Serapio, especialmente morenadas que era la música que a él le gustaba. Y así como la banda acompañaba a esta familia, en distintos rincones del cementerio otros grupos entonaban nuevas melodías para quienes ya partieron.
Cuando terminaron de tocar, me acerqué a la familia a pedirles permiso para tomar unas fotos, y al terminar compartieron conmigo una “masa” con forma de hombre y llenaron mi sombrero con pululos para que yo rezara por el Alma Bendita.
Siento como si fuera año nuevo y estuviera en mi barrio yendo de casa en casa saludando a los vecinos, así es hoy, cada tumba es un hogar, el cementerio es un gran barrio donde hay música y comida, todos nos saludamos y brindamos. Las bandas de bronce y de zampoñas se escuchan desde todas las direcciones y los niños se ponen a bailar y a correr entre las tumbas como si fueran laberintos.
Podría quedarme todo el día, la familia está entretenida, tenemos comida y bebidas, pero el tiempo pasa y ya van cuatro horas desde que salí de mi casa. Será hasta el próximo año, aunque vendré otras veces al Cementerio, pero ningún otro día será similar al que vivo cada uno de noviembre.
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