Arica es una ciudad cuáticamente estática: si no tiembla, no pasa mucho. El terremoto grado 7 del pasado 13 de junio lo deja de manifiesto. Medio mundo comenta del tsunami eternamente anunciado que no llega y sería todo. El miedo sigue, aunque tengamos varios simulacros en el cuerpo.
¿Y? Y Arica nunca es epicentro de nada importante que nazca de nosotros, sus ciudadanos. O sea, pasan cosas, pero no las percibe ni el sismógrafo del sentido común que todos traemos de fábrica, el cual se afina ocupando el mate en lo que más nos gusta. Hay tocatas, teatro gratis, cine made-in-Arica, expos varias, ¿pero cuántos se enteran de ello, excepto los familiares que sacan un kilo de fotos para confinarlas a algún álbum?
Y es que en la ciudad donde la nostalgia del Puerto Libre y la Junta de Adelanto son “el motor”, pocos opinan de lo que pasa frente a sus narices y muchos se levantan el día lunes pensando en carretear el viernes y rematarse el sábado para fermentar el domingo. Y es lógico, si los “medios” son “enteros” de fomes, ya que no ponen en común algo propio. Sí, porque mientras en los programas de radio se hacen los chistosos leyendo La Cuarta y se pautean por LUN, el canal local resulta ser un somnífero catódico de formatos rancios.
No hay propuestas, sí hay protestas, pero ambas sin causa. ¿O acaso a la mayoría le quita el sueño que Arica sea Región para progresar? Con la letra muerta de las Leyes Arica pareciera que basta y sobra. ¿O acaso a la mayoría se le mueve el piso con el movimiento “prekindersitario”? Puro onanismo mental de “pajambleas” con cero factibilidad técnica y miles de piedras en la mochila. “Buscamos justicia social”. De más. Sin embargo, el grito “¡Venceremos!” u otros clichés “zurdos” suenan hasta tiernos cuando los atora el chorro picante del guanaco marciano.
¿Qué pasa? Pasa que las bandas, las compañías, la municipalidad, el Injuv y las organizaciones de cualquier tipo no se animan ni siquiera a bombardear con mails los diarios electrónicos y las radios locales para aparecer en el mapa de la opinión pública. ¿Les tiembla la voz? “Es que no nos van a pescar”. ¿Poniéndose el parche antes de la herida? Qué asco.
Así “la eterna primavera” se transforma en “eterno tedio” cuando te das cuenta que la única onda expansiva que se acostumbra por acá es dársela de opinólogo-opinando-sobre-las-opiniones-de-otros-opinólogos (uf), siempre que se trate de temas tan trascendentales como el cahuín de turno en la tele. O de cómo ocurrió tal o cual drama pasional (homicidio o suicidio) que titula el único diario impreso de la ciudad, sin hincar el diente en el por qué. Es decir, en contextualizar nuestros rollos.
No se trata de ser tonto grave ni pseudo-intelectualoide, pero los shúper onderos no se muestran, salvo para mirar por debajo del hombro a quien no comparte su estilo. Los “jijoperos” hacen free-style en la misma esquina de siempre, los animé-manga-hentai-maníacos se ponen amarillos con los mismos “otakus” de siempre, la “raza de los poleras negras” rockean para los intransigentes de siempre, los “electrónicos” se abstraen en su elitismo de siempre y así. “Uy, es que nadie nos entiende”. Nadie nos conoce, que es distinto.
Ya, mucho lado oscuro de la fuerza, es el párrafo final y lo más sano es tratar de sacar algo en limpio: ¿No crees que si sentimos orgullo de lo que hacemos, podríamos compartirlo con quien sea, cuando sea y donde sea? Es tiempo de mover esta tierra, ¿no te parece? Puede que no inventemos nada nuevo ni cambiemos este mundo, pero lo vamos a pasar mejor. Mínimo.