Viendo la tevé, en la fría tarde del martes 18 de abril, abrí una lata de cerveza luego del trabajo, y me dispuse a ver el campeonato de Clubes más importante del mundo la “Champions League”. Este torneo lo juegan los mejores equipos de Europa, es decir una Copa Libertadores, pero en donde juega Barcelona, Milán de Italia, etc. Además en el campo de juego muestran sus habilidades los jugadores de la talla de Ronaldinho Gaucho o Riquelme. Quienes vendrían a ser algo así como el “Coto” Sierra y el “Chupete” Suazo de Chile.
El tema es que se disputaba la semifinal entre el sorprendente Submarino amarillo de nuestro compatriota Pellegrini (que por su estampa y rasgos físicos más bien parece argentino, hay que decirlo), contra el favorito Arsenal de Inglaterra.
Corría el segundo tiempo y Villarreal se defendía de la carga inglesa cuando ocurrió la achocolatada experiencia. Las cámaras comenzaron a mostrar una ardilla, de la cual no sé su nombre científico, pero que todos sabrán a que me refiero cuando les diga que era la ardilla Sahne - nuss, corriendo traviesa por el campo de juego, dando simpáticos saltitos y galopes como un refinado roedor de alta alcurnia. La criatura se tomó su tiempo y se alejó por detrás del arco, mientras los jugadores, el público y los televidentes mirábamos con ternura al distinguido intruso.
La ardilla enfiló por el sector izquierdo, amagó a un defensor inglés, dribleó contra otro y luego se escabulló por detrás del arco. El juego se reanudó y quedé pensando que al igual que esa ardilla, el fútbol europeo, sus estadios y las figuras internacionales del balón pie que trabajan allí son realmente de una categoría y una distinción fuera de serie.
Posterior a esa conclusión recordé que en más de una ocasión vi en canchas del torneo “Profesional” de fútbol chileno algún can lastimoso entre las piernas de los jugadores, por lo general bien roñoso y tiñiento, caminando lento debido a su mala alimentación y las costillas que se alcanzan a ver por la pantalla del televisor, al cual expulsaban de la cancha con un generoso “chute” que le propinaba un jugador tercermundista.
Con la globalización, Internet, etc, etc… a veces olvido que una actividad tan importante y recreativa para el ser humano como ir al estadio esta vetada para el ciudadano común y sólo reservada al ampón, sobre todo en Santiago en donde los hinchas parecen verdaderos cogoteros, no todos, por supuesto (lo sé ya que vivía en Pedro de Valdivia, cerca del Estadio Nacional y debía saber a que hora se jugaba el partido para esconderse las horas previas y luego al termino de los partidos para no toparse con los malandras en las calles aledañas)
Con todo lo anterior quiero decir que, para que algún día podamos vivir el fútbol y aquella vivencia tan elegante y sutil de mirar una ardilla Sanhe Nuss cruzar el campo de juego (me conformo con el perro roñoso), la ley de violencia en los estadios debe ser efectiva tal como lo hizo Inglaterra con los Hooligans, de esa manera la familia ganará como en antaño y volverán a llenarse los estadios.
Saludos amigos Rancahuasos.