Democracia Hoy

Democracia Hoy

28 Septiembre 2010
La perfección de la democracia es uno de los mayores desafíos de la actualidad, lo que no significa que sea más dificultoso. No tiene imposibilidades técnicas, sus dificultades radican en la humanidad de la gente que actualmente dirige las naciones.
Jaime Sierra >
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Hace pocos días, en cierta radioemisora, el cientista social Felipe Portales hizo una reseña sobre el contenido de su obra “Chile: Una Democracia Tutelada”, que me gustaría tener, aunque sé que no lo leería entero. En la oportunidad, el autor dio una clase sobre porqué Chile no es un país democrático, y que sólo lo ha sido fugazmente, en lapsos cortos. Aunque no tenía esos antecedentes, como muchos otros que plagan mi infinita ignorancia, recuerdo haberme desarrollado como adulto en la intuición de que es así.
Como concepto global, y masivamente, como repitiendo la clase de educación social, cívica o de historia de la escuela, definimos y aceptamos la definición de democracia sucintamente como “el gobierno del pueblo”, con extensiones, variaciones, ornamentos y acepciones, pero que da a entender que es el pueblo el que está gobernando. De igual modo, estamos adoctrinados a pensar, (o se pretende adoctrinarnos así), que se ejerce la democracia porque se elije a los gobiernos, en sus distintas escalas, o a los representantes de uno mismo, periódicamente. En realidad, se puede aceptar la definición y uso del concepto democracia como se menciona previamente, pero resulta un sistema demasiado primitivo e imperfecto para ser aceptado por una mente moderna. Es como si aceptáramos que un automóvil es un vehículo de tras ruedas impulsado por la fuerza del vapor. Es una etapa superada en el estado de la técnica, autos así muy pocos lo comprarían. Entonces ¿porqué aceptamos seguir usando una democracia obsoleta, lejos de todo desarrollo, modernidad y capacidad o potencia evolutiva, en cuanto a su mejoramiento sostenido?. No encuentro una respuesta mejor que las distintas tangibilidades entre los hechos sociales y los tecnológicos. Hasta ahora. En efecto, todos pueden concordar en que los hechos tecnológicos producen efectos tangibles, es decir, el avión vuela, me subo, se cae, aterriza; la televisión la veo, la enciendo, la apago; el arma de acero es mejor que la de bronce; etc. Y aunque no los use o vea, tengo fe en las existencias de los artilugios, pues tengo una gran tangibilidad de la tecnología. En cambio, ¿quiénes de los vivos presenciamos o estuvimos en la crucifixión de Cristo, en alguna batalla de alguna independencia, quienes participamos en la 1ra Guerra Mundial?. Ninguno, y sólo hacemos actos de fe, según sea nuestra fe, es decir nuestra educación y formación, a distintos relatos o interpretaciones de los hechos pasados. Es más, nos ocurre lo mismo con sucesos de los que si hemos sido coetáneos, aún. Por ejemplo: ¿quiénes de los que leen esto estuvieron en el asalto de las tropas israelíes al convoy humanitario que se dirigía a Gaza, el 30 de mayo último, o quiénes hemos estado presente en los hechos ocurridos en la guerra de Irak, de Vietnam, en la deforestación del Amazonas, en las sesiones de preparación de una ley, etc.?. Pocos, los que estuvieron ahí. ¿O quiénes pueden asegurar la veracidad y buena inspiración de las declaraciones de alguna autoridad o de algún candidato?. Luego, debemos hacer los mismos ejercicios de fe, según nos hayan conformado. Y esto ocurre aún existiendo tecnología que pudiera servir como elementos de prueba. Por lo tanto, los hechos sociales, históricos, son extraordinariamente pobres en tangibilidad. Hasta ahora.
Entonces, la democracia es hasta ahora ejercida como se explica aquí en un principio, y de acuerdo a las creencias o distinta fe de las personas que “la ejercen”, es decir los votantes. Y no debe dejarse de tener presente que las personas sólo pensarán de la forma en que están preparadas para pensar y entender el mundo.
Entonces, el concepto canónico no puede encontrarse más alejado del actual espíritu del concepto democracia actual, si se ha de ser medianamente exigente. En su práctica, se omiten del concepto democracia cosas o realidades importantes, como son los largos de cada lapso entre cada elección, la definición y uso del concepto pueblo, y el porcentaje o cantidad relativa del pueblo que estaría gobernando, es decir aquella porción de la población cuyos candidatos fueron elegidos, los triunfadores.
Imagínese una democracia en la que pueda elegir presidente de la república cada 15 años, senadores cada 12 y alcaldes cada 10. Imagínese que alguien vota por usted, en su nombre. Imagínese una democracia en la que usted no vota, por cualquier causa, aún siendo mayor de edad y no estando incapacitado, aunque esto es fácil de imaginar. Imagínese, y esto es más fácil aún, una democracia en que exactamente el cincuenta por ciento de la ciudadanía, más uno, (50% + 1 ciudadano), gana en una votación y sus representantes gobiernan. ¿En realidad es fácil de imaginar?; ¿aún si el período fuera de 15 años?; ¿usted aceptaría esas situaciones como democráticas?. Resultaría complicado. Ya resulta complicado con períodos de 5, 4 años. Sin embargo queda un elemento por considerar, no incluido aún, y se trata de “la percepción de democracia”. Sin duda que las personas que se sientan confortadas en un régimen así, percibirían que viven en una democracia, pues sentirán sus necesidades satisfechas. Muchos otros no compartirían esa percepción. ¿Cómo compatibilizar las distintas visiones en un ambiente armónico y sustentable?.
Por lo menos para mi, resulta muy evidente que los ejemplos dados no constituyen el ejercicio cabal o pleno de un régimen democrático, ni siquiera eligiendo autoridades cada cuatro años. ¿Cada cuánto tiempo eligen sus directorios las empresas?. Los períodos son mucho menores, aunque los efectos de una mala elección también lo sean. Luego, si los efectos de una mala elección de un gobierno son muchísimo más significativos, a nivel de país, ¿porqué los períodos son más largos?. Algunos dirán: “Aunque los efectos de una mala administración sean significativamente menores a nivel de país, en el plazo de un año puede quebrar una empresa, mientras que en un plazo de cuatro años no se hace tanto daño a una nación”. ¿Qué no?. Pues no fue ese el convencimiento que precipitó el golpe militar en 1973, pues no se esperó más de tres años para llevarlo a cabo y derrocar al gobierno de la Unidad Popular. Estonces, ¿es esa la alternativa a un mal gobierno, el golpe de estado?. Un golpe de estado sólo revela que una nación no era democrática al momento de ocurrir, y no por causa de su gobierno, fuera cual fuera su tendencia. Es porque habían fuerzas antidemocráticas ya operando, lo que implica que existía una veta de debilidad crucial en ese estado. Por otra parte, un lapso de cuatro años, aún no ocurriendo ningún “pronunciamiento” militar, es suficiente para provocar profundos daños en un país. Piense en cuatro años, o tres, en que la educación pública o privada sea descuidada, no tengan aportes económicos, ¿qué pasaría con los alumnos, qué desmedro sufrirían en sus formaciones?; si se descuidara la atención médica, ¿cuáles serían sus efectos sobre la salud, la vida y el espíritu de la gente que depende de ello?; (posiblemente, a muchos les parecerán conocidos estos casos); si se descuidara el mantenimiento de calles y autopistas, si se provocara a los países limítrofes, si se descuidara a las mismas fuerzas armadas, la renovación de sus tecnologías, no mantención de aeropuertos, así como otros casos de abandono, ¿no tendrían efectos importantes, graves y persistentes, aún si ocurrieran en apenas cuatro años?.
No es mi convencimiento, y me encuentro muy alejado de ello, que un golpe de estado sea la solución para solucionar los efectos de un mal gobierno, como el que intenté ejemplificar. Creo que la solución sería una democracia perfecta, o en vías de perfeccionamiento, o como se dice en administración de empresas, en mejoramiento continuo. Una práctica permanente del mejoramiento de la democracia impediría que un mal gobierno y sus prácticas viciosas persistiesen. Existen los medios tecnológicos, tan endiosados, para lograrlo. Una tecnificación de la política resulta necesaria para lograr la perfección permanente de la democracia. Mediante los sistemas adecuados, se puede saber en tiempo real lo que las personas desean, las transgresiones a los programas de gobierno, el registro tecnificado previo del mismo programa, los abusos de las policías y la justicia, las faltas a las leyes, las faltas a la transparencia, los “lobbys” corruptos, los actos de corrupción, e impedir oportunamente, por leyes sabias y justas, que las aberraciones persistan. Se puede saber oportunamente lo que el pueblo quiere, se puede compatibilizar y permitir la coexistencia armónica de las distintas “culturas” inmersas en la nación. Esto es importante, ¿o no?. Claro, para esto es necesario cambiar la óptica con que vemos actualmente lo que llamamos democracia.
Estamos acostumbrados, y algunos acomodados, a la actual visión de lo que es democracia. Creemos que esta práctica, que es casi totalmente antidemocrática, es la mejor posible. Esto se debe principalmente al adoctrinamiento en la falacia “es imperfecta, pero es el mejor régimen posible”. Se trata de una gran mentira institucionalizada, quizás la mayor en la historia. Proviene de las prácticas de los regímenes totalitarios, al comparársele con esos regímenes temibles; (quizás algunos se sientan orgullosos de que se les encuentre temibles, mal por ellos). Aún así, es mentira. Se puede tener un sistema incomparablemente mejor al actual. Existen fórmulas algo más sofisticadas que la imperante, sólo que no se llega nunca a ellas, ni siquiera a mencionárselas, ya sea por ignorancia, por ceguera, o por conveniencia. El actual sistema “democrático” no es más que una espada de Damocles pendiendo sobre la libertad y la felicidad de las personas. Este sistema se abastece de la ignorancia y del miedo.
¿Se ha preguntado usted por qué cuando se elige a un representante del pueblo, también se elige a su programa o proyecto de gobierno, y que si uno sale, el programa del o de los otros, los no elegidos, son descartados, cuando algún porcentaje de los ciudadanos si los deseaban?. Claro, esto no es relevante cuando los candidatos coinciden en sus programas, o declaran programas similares, sin que esto signifique que van a cumplirlo. Esto significa que los ciudadanos aceptan la competencia y el descarte de alternativas de gobierno que pueden tener mucho de rescatables. Tonta la fórmula y tonta la gente al aceptarla. Se privilegia la competencia antes que la colaboración. Otros detalles significativos: ¿Qué ocurre cuando el elegido no cumple con lo prometido en su programa?. ¿Cómo se evalúa los programas de gobierno cuando se presenta, en forma previa a la elección?
Posiblemente, la perfección de la democracia sea uno de los mayores desafíos de la actualidad, lo que no significa que sea de los más dificultosos. No tiene imposibilidades técnicas, sus dificultades radican en la humanidad de la gente que actualmente dirige las naciones. Una democracia de niveles superiores a los actuales, no habría dado lugar a lo que actualmente ocurre con los mapuches en huelga ni a los que ocurre con los mineros atrapados hoy en Chile, ni a muchos otros hechos lamentables y vergonzosos que tienen lugar no sólo en nuestra patria, sino que también en toda América.
JSB.

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