Por: María Josefina Chaparro
Hace ya varios años una amiga me contó que sus padres se conocieron en Seweel, de una manera distinta para quienes hemos vivido siempre en ciudades planas, con calles y aceras. El pretexto de su madre fue disimuladamente soltar la bolsa con naranjas que llevaba en su mano en ese preciso momento en que al respetable caballero no le quedaba más que agacharse a recogerlas corriendo escaleras abajo. Fue el comienzo de una unión que duró casi cuarenta años.
La magia de Sewell envuelve e impacta. Incluso a aquellos que como yo llegamos desde otras tierras a vivir a esta zona rica en gente e historias. El jueves 17 de enero se presentó en lo que fue el Teniente Club el documental "Seweel tan cerca del cielo", de los realizadores M. Lubbert y A. Domínguez, que servirá de apoyo a la postulación que propicia CODELCO CHILE ante la UNESCO para declararlo como Patrimonio de la Humanidad.
Para Lubbert, Sewell no fue un campamento, porque ello da la idea de algo transitorio. Él la definió como una ciudadela en la que llegaron a vivir hasta 15.000 habitantes en su época de máximo esplendor (1968).
Sobreponiendo imágenes de ayer y hoy, elegantes parejas de los \'40 o los \'50 bailaban los ritmos de moda en el mismo salón donde admirábamos las escenas.
Junto con maravillarnos con ese Sewell de pleno invierno nevado, conocimos las historias de vida de esos sewellinos que recorrían sus escaleras, que se casaban en su iglesia, que parían en un hospital que contaba con la mejor tecnología norteamericana del momento. En su cine se estrenaban las mejores películas antes que en la capital, mientras los boleros de Lucho Gatica y las rancheras de Pedro Infante endulzaban los romances en vivo y en directo. Ellos fueron los primeros chilenos que jugaron palitroque y que, afectados por la ley seca, debían recurrir a los servicios del huachuchero, verdadero contrabandista de alcohol que a lomo de mula se empinaba en la cordillera. Supimos que sus mujeres tenían las piernas más lindas del mundo y que ese lento tren a vapor bajaba a Rancagua cargado de obreros ansiosos y deseosos de amor pagado.
Vimos muchas lágrimas en los ojos de aquellos que rememoraban, quizás los mejores años de su vida y ellos mismos nos acompañaron en nuestro paseo por las escaleras, nos mostraron sus fotos, nos permitieron entrar en sus recuerdos. Mi visita a Seweel me llenó de nostalgia de un pasado que no viví pero que siento en mi corazón.
Datos claves:

• 1905: Braden Cooper inicia las operaciones industriales en El Teniente.
  
• 1915: Se crea el campamento Sewell
  
• 1968-1980: Proceso de cierre del campamento y traslado a Rancagua de sus habitantes.
  
• 1998: Declarado Monumento Nacional en categoría Zona Típica y Pintoresca.