Como todas las cosas, hay orígenes que siempre se remontan a decenas, cientos y miles de años. Esta semana todas las madres son festejadas por sus seres queridos. Si bien el día preciso es el 10 de Mayo, ya la celebración dio un vuelco netamente comercial, porque no sólo se le saluda por la hermosa esencia que tiene el hecho de ser madre, sino que las casas comerciales abren sus puertas con grandes ofertas, invitando a comprar, gastar y llevar… Lo bueno: el día domingo se reúne toda la familia en torno a la madre…
La conmemoración oficial del "Día de la Madre" se remonta a los tiempos de la antigua Grecia cuando Rea era la gran madre de los Dioses. A lo largo de la historia se van encontrando manifestaciones de esta celebración. En la Inglaterra del siglo XVII se celebraba el "servir de domingo". Ese día las sirvientas iban a sus hogares a visitar a su madre, y festejaban el encuentro con una torta.
La historia que prosigue la encuentro más moderna, porque se trata de una tierna historia vivida por una jovencita estadounidense llamada Ana Jarvis (Vivía en Filadelfia). Esta niña perdió precozmente a su madre en el año 1905. Ya con algunos años de adolescente ella decide, a como dé lugar, rendirle tributo a su madre, y junto a ella, a todas las madres del mundo. Se dedica a escribir cartas a políticos, abogados, religiosos y personalidades relevantes de esos tiempos para darles a conocer su proyecto de celebrar el Día de la Madre, precisamente en la fecha en que la suya dejó de existir.
Cartas de solicitudes y respuestas eran habituales, y ya en 1910 se celebraba en casi todos los estados de Norte América “El Día de la Madre”. Anita Jarvis optó por avanzar más en su cometido y presentó un proyecto para que esta fecha fuera celebrada en todo los Estados Unidos. Esta niña logró, 4 años más tarde, que se llevara a cabo en toda su nación. Posteriormente otros estados se fueron sumando festejándose, en estos tiempos, en muchos países que, únicamente, no hacen coincidir el día preciso pero todo se lleva a cabo con el único objetivo de homenajear y entregar cariño a quien nos dio la vida.
Sabemos que es difícil hacer que los años de vida de una madre sean sólo años de luz, tiempos de belleza y una vida fácil. Todo lo hacen por sus hijos que caminan mirando el futuro con fe y confianza, porque se sienten protegidos, comprendidos, adornados por la magia irresistible de un corazón maternal.
Madre: mujer feliz, triste… madre sola, alegre, desamparada, acompañada, sufrida, sacrificada… madre de un hogar calentito en invierno… madre de un asilo que sufre por la ausencia de su hijo; todas están cerca de las estrellas y, sin darse prisa, ¡seguro ganarán el cielo!... Y al llegar tu hora, te irás serena, dulcemente, animada por el recuerdo del deber cumplido. Proyectarás tu figura a través de la vida, haciendo que todo dure, por los muchos años de luz que entregaste a tus hijos.
Madre: una mujer pocas veces ligera y cambiante, que tiene la rapidez de un relámpago, la inmensidad del cielo, la precisión de un cálculo matemático, enteramente dificultoso… que sabe cumplir, con fidelidad, al cometido que Dios le ha designado. Muchas veces eres la única respuesta, más allá de la grandeza y tiempo ilimitado, más allá de un pensamiento, alegría y sufrimiento… más allá de los desvelos y preocupaciones que nacen cuando su hijo, ya crecido, emprende un camino lejos del regazo indeleble de su madre.
Entre la cuna y el sepulcro, únicamente es la madre quien gobierna, lealmente, la vida de sus hijos. MADRE es una mujer prometedora, que sonríe a la vida, a pesar de tantos sucesos imprevistos... Es total conservadora de amarguras: es un todo inolvidable.
Este escrito va dedicado con mucho cariño a todas la madres. A esa mujer que sufrió físicamente al dar a luz, a esa otra mujer que, por designios de Dios, no puede ser madre, a esa mujer que no ha dado vida a un hijo pero que en su vida ha sabido acoger a un ser en su regazo, para darle el cariño que le falta… Está dedicado, también, a las madres que se han ido, aquellas que ya no pueden palpar sus hijos para decirles directamente que las aman… pero que “están igualmente ahí”… A las primerizas, a las niñas-madres, a la mujer que tuvo en sus entrañas a un hijo que no alcanzó a acunar, a las madres que están privadas de su libertad, a aquellas que siendo libres, no pueden disfrutar a sus hijos. Este homenaje de El Rancahuaso es sin distinción de vestimentas, de dineros, de ubicaciones geográficas y clases sociales. Todas son un don que Dios puso en la Tierra, un don que no es lícito malgastar, porque es un tesoro que se debe valorar y disfrutar.