Concierto de Dylan

Concierto de Dylan

16 Marzo 2008
Dos reporteros de La Pollera asistieron al evento. Uno a cancha y el otro a galería. Veamos qué pueden contarnos.
Jesús de Pasamonte >
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Este martes recién pasado, Bob Dylan tocó en el Arena Santiago. Con harto público, aunque no suficiente como para llenar el recinto, subió al escenario a las 21.00 hrs. puntual junto a sus seis excelentes músicos. Dos de nuestros corresponsales analizan lo que ahí ocurrió. Para resguardar sus identidades los identificaremos como Camilo Rojas y Sebastián Ruiz-Tagle.

S: Llegué sin mayores percances al Arena Santiago del Parque O’Higgins. El tránsito era expedito, no había atochamientos ni cúmulos de gente que hicieran la entrada desagradable. Sin embargo, antes de ingresar, súbitamente se desencadenaron en mí unas ganas irrefrenables de orinar. Ante esto me desprendí de mis pudores y efectué la operación en un lugar, si bien discreto, no del todo deshabitado. Había terminado de evacuar; no alcanzó a pasar un segundo y un carabinero motorizado se estacionó a mi costado, increpándome desde su posición de poder, sacándole el jugo a esa migaja miserable de poder en un afán muy raro, como una mosca en el oído, “el síndrome del lugar teniente del pene fecal”, como diría un psicoanalista amigo mío. Mientras ese ser de verde me daba la lata con moralinas (que cómo se me ocurría, que había niños y que si a mi me gustaría que mi hijo viera esa escena) que yo escuchaba al pasar, perdí a mi novia, que tenía mis entradas. La comencé a buscar y estaba a punto de caer en desesperación cuando apareció un sujeto repartiendo helados: un clásico piña doble que me ayudó a pasar el rato mientras mi novia aparecía.

Así entré a cancha (habiendo pagado, hay que decirlo, una ostentosa suma) como muchos otros contertulios. Mi furia fue colosal cuando descubrí que la cancha vip (una serie interminable de momios snob sentados cuchichendo) ocupaba casi toda la superficie del recinto y yo estaba a 40 metros del escenario. Si quieren hacer algo exclusivo que sean veinte monigotes que paguen 400 lucas, pero no 300 que ocupen todo el lugar. Me puse lo más adelante posible, aun indignado por la falta de respeto de los organizadores de vender a ese precio una entrada en donde es imposible ver al artista. Comenzó el concierto y Bob estaba impecable, de negro, abotonado, tocando como nunca sus temas clásicos y sus no tanto en versiones alteradas, maceradas, pulidas por el tiempo.

C: Partió con Leopard-Skin Pill-Box Hat en una nueva versión, un poco más pesada que la original del Blonde on Blonde, marcando la pauta de lo que sería el concierto compuesto por 17 temas. Luego Lay Lady Lay, Watching The River Flow y el himno Masters Of War, que sonó como si hubiese sido escrito para estos tiempos. Después entonó Rollin’ And Tumblin’ y Spirit On The Water, ambos temas de su último disco Modern Times, al igual que Working Man Blues #2, When The Deal Goes Down, Nettie Moore y Thunder On The Mountain, que tocó más adelante; estos seis temas, de sendas letras –acerca de las cuales se habla en el ESCUCHE de esta semana– y de una estructura musical más bien simple, fueron recibidos, pese a todo, muy bien por el público. Pero la verdad es que a Dylan se le entendía muy poco de lo que cantaba, es decir, lo más importante de los temas, las letras, aunque uno supiese hablar bien inglés, eran incomprensibles; la opción era ser un ultra-fanático y conocer de memoria todo el Modern Times, currículo con el que no muchos contaban: el silencio absoluto del público produjo una atmósfera rara, no de complicidad del público, sino de reverencia absoluta, de mareo, de respeto ciego. Fueron pasajes tensos, durante los cuales la muchedumbre se contentaba con estar frente a su ídolo. Pero por suerte había razones para que tantos lo consideraran su ídolo: la mayoría de los temas restantes se escucharon bien, se entendieron las letras –las que, por lo demás, ya llevamos décadas digiriendo–, e hicieron posible disfrutar con el genio del autor norteamericano. Junto al tema de apertura, La Pollera aplaudió de pie la interpretación de Just Like A Woman y Highway 61 Revisited, mientras la mayor parte del público decidió hacerlo con el más popular de todos: Like A Rolling Stone.

Dylan no saludó ni se despidió, no hizo comentarios al público –más allá de la presentación de sus músicos–, y tocó casi todo el concierto mirando a la banda, de perfil al público. Podría decirse que Dylan es un artista que asume que el aplauso es hijo de su obra, y no él hijo del aplauso. No le interesó ganarse al público tocando los clásicos tal como suenan en el disco, permitiéndole a la gente emocionarse y corear y aplaudir como loca; por el contrario, llegó con otra propuesta musical y cantó los temas como si fuesen otros. Como siempre lo ha hecho, hizo lo que quiso y como lo quiso, y eso se agradece, porque son pocos los que han propuesto tanto desde la música, los que han escrito poesía musicalizada como lo ha hecho este personaje.

Después de dos horas de música, se lanzaron con Blowin’ In The Wind y recibieron los aplausos de un público agradecido, para largarse a su hotel. Mientras eran aplaudidos, Dylan, de pie un poco más adelante, le hizo un comentario a su banda. Independiente de lo que les haya dicho, se evidencia cierto desinterés, una preocupación por algo que va más allá de la acogida del público. No se trata del mejor concierto al que ha asistido La Pollera, ni mucho menos del mejor que haya realizado Dylan, pero fue un buen concierto, un par de horas frente a uno de los cantautores que más hemos llegado a respetar dentro de la historia de la música.

S: Finalmente hice lo que Dylan proponía cuando no quería que pusieran pantallas gigantes a sus costados, me dediqué a escuchar, a deleitarme. Un show parco, conciso, elegante, de frac pero empolvado, como rescatado de un baúl. Una joya. Decidí que se lo voy a contar a mis nietos.

C: Yo no creo que tenga nietos, pero puedo ayudarle a mi compañero corresponsal a contarle la historia a los suyos.


Esta semana en La Pollera:
 
 
 
 
 
 
 
 

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Comentarios

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OBIO, RAUL, OBIO.

OBIO, RAUL, OBIO.

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GRANDE... BOB DYLAN

GRANDE... BOB DYLAN

A noche fue la gran noche esperada, era el concierto de Bob Dylan en Arena de Santiago, con unos amigos habíamos comprado entradas con mucha anticipación.

Para preparar los ánimos? un rato antes pasamos por el Bar Peluquería Francesa en el centro de Santiago y con un buen Pico Souer en el cuerpo?esta vez a la peruana? partimos a nuestro esperado concierto.

Llegamos tempranito para tener buenas ubicaciones, el público era de casi cuatro generaciones, todos expectantes. Muy puntualmente apareció la banda en el escenario con sobrios trajes grises, sombreros retros? él con un traje negro zapatos rojos y con un sombrero negro alón. No había parafernalia, ni luces de colores, ni pantallas gigantes nada, todo era casi en blanco y negro como las viejas fotografías?él era el escenario, las luces, el show?él era el pequeño y gran gigante.

Una tras otra, recorrió todo su repertorio, con nuevos arreglos musicales para su carraspeada y perdida voz?no dijo una palabra ...pero nada importaba el poeta como un trovador cantaba sus poemas que todos coreábamos, realmente estábamos felices de compartir con una leyenda su música, su verso y su tremendo talento.

TODO UN PRIVILEGIO?qué duda cabe ¡¡¡grande Dylan ¡!! muy grande

Imagen de raul

k fifi el dialogo entre

k fifi el dialogo entre corresponsales, y como C es una persona diferente obio que se para para una cancion distinta a la que mas le gusta a la masa y lo hase notar a los lectores,obio

Imagen de carlingo

Yo tambien fui y encontre

Yo tambien fui y encontre que estuvo buenisimo. Uno va a ver a un mito, a presenciarlo, da lo mismo que no se entiendan las letras. "C" es un alegón, nada mas.

Imagen de cerdos

de acuerdo con el

de acuerdo con el corresponsal, viene una figura como Dylan, y está claro que alguien se va a aprovechar para cobrar carisimo. pero ponen las entradas vip tapando a los demas ..... es de cerdos no mas