Esta semana recomendaremos un disco que marca un quiebre importantísimo en la historia de la música popular. Se trata del homónimo del grupo inglés The Clash, el primer disco de la banda. Punk puro y fresco, con guitarras ásperas y letras directas. El punk ya tenía varios exponentes relativamente exitosos, pero aún no se combinaba la rabia y la inteligencia como sucedió con el grupo de Joe Strummer. The Clash salía a la calle y discutía de frente con la policía londinense; tal vez por eso sus canciones tienen tanta fuerza: la realidad.

El rock estaba vendiéndose al mercado y los jóvenes presenciaban una época repleta de cambios sociales, imposibilitados de expresar su descontento y disidencia. En ese contexto nacen bandas como los Sex Pistols, influenciados a su vez por grupos norteamericanos como Ramones; Sex Pistols gritaba su rabia y despotricaba contra todo y todos (hasta escupía a su público), eran el pie para que pudiesen nacer, luego, bandas inteligentes, pensantes, como lo fue The Clash, y a eso nos referimos cuando decimos que su primer disco es tan importante: porque yergue al punk como un modo de referirse desde una posición desganada y desgastada –y sin embargo joven–, a temas como la política contingente y los estilos de vida de esos tiempos.

Pero The Clash, además de contar con excelentes letras, elabora una música que, más allá de la tosquedad propia del punk, avanza por pasajes coloridos de la melodía, llegando –incluso a partir de éste primer disco– a fusionar sonidos con el Reggae, cuyo magnífico resultado puede usted constatar acá escuchando Police & Thieves.

The Clash, de los The Clash, es un disco de cabecera, que cuenta con temas como I’m so bored with the U.S.A., donde se comenta ácidamente el imperialismo belicoso de los norteamericanos, o Career Opportunities, donde se habla de los empleos que ofrece Inglaterra para meter a todos los pobres diablos a un sistema con el que no están de acuerdo. Cada canción de The Clash contiene esa mezcla entre rabia y burla que caracteriza al buen punk.

Pero el cuento de The Clash no se acaba en su música. Muy pocos saben que dentro de la banda ocurrieron problemas políticos muy similares a los que ellos veían a nivel más extenso en la sociedad. El temprano encarcelamiento de su primer baterista, el autoapodado Tory Crimes (que ni siquiera alcanzó a aparecer en la foto de la carátula del primer disco), no es nada comparado con la riña que hubo más adelante entre Mick Jones, el guitarrista y segunda voz, y Paul Simonon, el bajista. Jones, amigo de la adolescencia de Simonon, tenía la idea de formar una banda, razón por la cual le pasó una guitarra a Simonon y estuvo un tiempo tratando de enseñarle a tocarla. Como Simonon no progresaba, Jones optó por pasarle un bajo, y ahí comienza a circular la sangre de The Clash. Más tarde se unen Joe Strummer, guitarrista, voz y principal compositor de la banda, y el baterista que terminó preso y que fue reemplazado por el resto de la vida de The Clash por Topper Headon. Pasaron los años, llegó la fama y el dinero, las mujeres y la televisión, y The Clash luchaba consigo mismo para sostener su posición punk, ese lugar combatiente y honesto que le había valido el respeto de tantos auditores. Pero Jones empezó a flaquear. Participaba en programas de conversación (algo como Viva el Lunes, por poner un ejemplo chilenoide), hizo propagandas, y poco a poco se fue desentendiendo del sentido de la música que tocaba. Strummer y Simonon lo criticaban y lo amenazaban, pero nada hizo que Jones se alejara de la farándula. Así, fue Simonon, su aprendiz en las cuerdas, quien tomó el toro por las astas y lo echó de la banda.

Por todas estas razones, y otras más que el espacio no nos permite desplegar acá, le recomendamos a usted, estimado lector de La Pollera, que escuche detenidamente el primer disco de The Clash, para que después escuche los otros y sin mucha detención.

London´s burning:

Carreer opportunities:

Police and thieves:

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