El miércoles, fui -por primera vez- a ver un cuentacuentos. Un micrófono y un escenario vacío. Fabián, alto y delgado se paró ante un buen número de auditores, vestido como cualquiera, salvo por el sombrero a lo Chaplin, los zapatos número 50 que utilizaba para impresionar a las chicas y una sonrisa. Nosotros, cerveza en mano y a escuchar.

Fabián Nichel, estudiante de psicología y payaso, tiene 23 años y 3 de cuentacuentos. Me contó que empezó a contar cuentos, como quien saca la guitarra fogatera en cumpleaños, asados y ese tipo de reuniones sociales. Descubriendo un talento que comparte no sólo con el público de bar, sino también con los niños del Centro de Rehabilitación Pedro Aguirre Cerda y ancianos de distintos hogares.

Su repertorio es amplio: cuentos propios, ajenos y anónimos. Nos contó de amores, de niños, de Transantiago, de pelotas de fútbol y de grandes sorpresas. Nos hizo reír, nos hizo pensar y hasta nos dejó helados, tanto que nadie atinó a aplaudir cuando sabíamos que el cuento había terminado. "¡Para mí el aplauso es más bien una conducta aprendida!! Jajaja... Me gustan claro, pero no es lo que más me preocupa. Ese cuento era más fuerte y venía de otro que era chistoso.... A eso me refiero... Es una montaña rusa de emociones lo que intento generaar, estás arriba luego abajo".

Haciendo gala de la memoria narrativa del juglar medieval, Fabián le dejaba al público el nombre de los personajes, Pedros, Juanes y Marías de todas la edades invitan imaginarse un amor descubriendo su naturaleza, niños abusados laboralmente y bares comunes y corrientes. "Me gusta motivar a las personas a una forma diferente de entretención. Y amo estar arriba del escenario y contar lo que sea...." me cuenta mientras conversamos por el MSN.

Fabián es payaso, por eso su relación con la risa es especial: "Es la emoción que encuentro más difícil de lograr es la risa explosiva, más que una sonrisa, reír a carcajadas, y cuando ocurre me siento increíble y realizado por un momento..." Sin embargo, cuando cuenta cuentos busca más que eso.

Se ríe cuando le pregunto ¿Por qué cuentas cuentos? Se demora. El MSN dice Fabián está escribiendo un buen rato. Se demora un poco más. El mensaje en la ventana se repite. Finalmente, suelta la respuesta: Me dice que le encanta "provocarle cosas" a quienes lo escuchan: "Las emociones que puedo provocar en las personas, me gusta experimentar con diferentes emociones, y que sea una experiencia más allá de escuchar cuentos, que se ría, llore, haya ternura, y también reflexión de lo que ocurre hoy en nuestra sociedad."

Fabián cuenta cuentos los miércoles en el Bar Clandestino (Guardia Vieja 35, Providencia; entre Providencia y 11 de Septiembre) a partir de las 19.30 horas y hasta más o menos las 22.00. En el lugar no hace frío y un pitcher Escudo cuesta $2.900 y la piscola está con dos por uno. No hay consumo mínimo y el espectáculo es gratis.